Condicionar en estos tiempos a nuestra novia es para que con una mirada nos estampen contra la pared y pierdan los papeles en cuestión de segundos, pero si retrocedemos unos años, un gran personaje de los números condicionó a su pareja para seguir juntos.

Albert Einstein no solo tenía habilidad con las matemáticas y la física, sino que también pudo hacer que su esposa aceptara unas condiciones muy “exigentes” si es que quería continuar con la relación. El sitio web Listsofnote nos cuenta esta increíble historia que tal vez algunos querrán copiar:

Aunque Albert Einstein y Mileva Maric no se casaron hasta 1903, un año antes ya habían sido padres de Lieserl que, lamentablemente, falleció antes de cumplir un año.

Este hecho, desconocido hasta 1986 cuando se descubrió un lote de cartas entre Albert y Mileva, truncó la prometedora carrera académica de Mileva. En 1903 se casan en Berna (Suiza) y Mileva se dedica a criar sus hijos, Hans Albert (1904) y Eduard (1910), y a seguir a su marido a los diferentes destinos laborales: Berna, Zurich, Praga y Berlín.

La relación comenzó a deteriorarse y el traslado a Berlín, al que Mileva se opuso desde el principio, acabó por darle la puntilla. A pesar todo, y pensando en sus hijos, decidieron continuar juntos… pero con las condiciones que Einstein le impuso a su, todavía, esposa:

Deberás asegurarte de:

- Mantener mi ropa y la del hogar en buen estado.

- Servirme tres comidas en mi habitación.

- Mantener mi dormitorio y el estudio limpios, y debe quedar claro que mi mesa

de trabajo es para mí uso exclusivo.

- Renunciarás a cualquier tipo de relación personal conmigo en la medida en que no sean estrictamente necesarias por razones sociales.

En concreto, renunciarás a:

- Sentarte en casa junto a mí.

- Pasear o viajar juntos.

Tendrás en cuenta los siguientes puntos:

- No mantendremos relaciones íntimas, ni me reprocharás nada.

- Dejarás de hablarme si yo te lo pido.

- Abandonarás mi dormitorio o estudio inmediatamente, y sin protestar, si te lo pido.

- Te comprometerás a no menospreciarme delante de nuestros hijos, ya sea con palabras o hechos.

En un principio, Mileva aceptó aquellas condiciones pero, como era de esperar, no duró mucho. En 1914, Maric abandonó Berlín con sus hijos y se trasladó a Zurich. El 14 de febrero de 1919 se divorciaron. ¡Qué difícil es vivir con un genio!