El palacio de Auvers-sur-Oise, el pueblo donde en 1890 Vincent Van Gogh acabó con su vida de un disparo, alberga una exposición de arte urbano que revisa, en mosaicos de vivos colores, algunas de las obras más emblemáticas del genio holandés.

Creados por el artista parisino Arnaud Rabier (1968), los lienzos, a mitad de camino entre el grafiti y el collage, establecen un diálogo entre el trabajo de Van Gogh y el de otros maestros del Impresionismo y el arte callejero.

“La forma en la que Van Gogh entendía el arte, la forma en la que se apartaba de una representación objetiva de la realidad para dejar paso a los sentimientos, ha inspirado profundamente la obra de Nowart (pseudónimo por el que es conocido Rabier)”, indicó la responsable del palacio.

A Van Gogh le salen de la cara, la barba, el pelo, los ojos y la boca lianas de color y flores que se entremezclan y estallan a su vez en otras formas y tonos; todo volcado sobre escenarios callejeros.

La relación entre Nowart y Van Gogh data de 1997, cuando el primero vio un cuadro del edifico en el que por aquel entonces tenía su estudio, una antigua fábrica, pintado, cien años atrás, por el artista holandés.

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