“Llegas a una casa vacía”. Con esa frase nos recibe José Tola en la escalera de su hogar, con cigarro en mano y en pantalón corto, antes siquiera de poder hacer una pregunta.

Lo que encontramos en su residencia y taller dista algo de esa idea. Esculturas, libros, cerámicas, ocupan la mayor parte de las habitaciones en singular orden.

Donde sí se notan “huecos” es en las paredes, cubiertas de cuadros, grabados y fotografías salvo por los espacios en los que hasta hace poco se colgaban las piezas que el artista ha cedido para la mencionada exposición.

“Mi intención es pedagógica”, nos explica el artista que este 19 inaugura en la galería Pancho Fierro la muestra De Picasso a Banksy. Obra gráfica de grandes maestros en la colección de José Tola”.

Al leer la lista de artistas autores de las piezas a presentar no hay más que concordar con lo acertado del nombre de la exhibición.

A los dos ya citados – uno una referencia del arte del siglo XX y el otro del graffiti – se suman el colombiano Fernando Botero y el cubano Wilfredo Lam, así como también Andy Warhol y Roy Lichtenstein.

A la caza de la belleza

Tola, con la emoción de quien es apasionado por sus tesoros y mientras se enciende su enésimo cigarro, me pide no olvidar mencionar su sección de obras de artistas plásticos asiáticos contemporáneos, con nombres como Wang Guangyi – “el Warhol chino”, comenta – o el simbolista del mismo país Xiaogang Zhang.

Su colección ha seguido múltiples caminos desde que hace unas décadas comprara en una casa de segunda mano de Miraflores un grabado de Sabogal.

Indica que lo que le empuja a mostrar ahora una parte de los cuadros que ha ido juntando en todo este tiempo es un afán porque el público local conozca algo más de lo que tiene la suerte de ver habitualmente.

Es por ello que ha pedido a Carlo Trivelli, el curador, que organice los cuadros de tal forma que los asistentes sepan de qué va cada movimiento.

Siempre a la caza de colegas que le pueda interesar, revisa subastas en búsqueda de descubrir algo que le sorprenda. Nos dice que su primera adquisición internacional fue con unos dibujos de Jean Dubuffet.

Como anécdota cuenta que un asistente suyo le preguntó años después si esa pieza era obra de una de sus hijas.

Una curiosidad más que nos revela el artista es que ninguna de las más de 300 piezas la ha comprado para inspirarse, sino porque le parecía en sí importante.

“Mi trabajo es una cosa, mi colección es otra”, recalca. Tanto es así que cada vez que pinta cubre los cuadros de su colección con telas blancas para que no lo distraigan. ANDINA