El 21 de agosto del año 1911, un exempleado del Museo Louvre llamado Vincenzo Peruggia, llegó hasta las instalaciones del centro artístico alas 7:00 horas, por encargo del comerciante argentino Eduardo Valfierno, para robar el cuadro de Leonardo Da Vinci, La Gioconda.

Vestido con un blusón de trabajo blanco, como los utilizados por el personal de mantenimiento del museo, Vincenzo Peruggia descolgó el cuadro y a continuación, en la escalera Visconti, separó la tabla de su marco, abandonando éste último.

Tras esto, salió del museo con el cuadro escondido bajo su ropa, colocándolo posteriormente en una valija. Cuando poco después el pintor Louis Béroud entró a la sala para ver el cuadro, notó su ausencia y avisó de inmediato a la policía. El museo permaneció cerrado durante una semana para proceder a la investigación.

Eduardo Valfierno hizo el negocio de su vida, logró falsificar el cuadro y lo vendió a cinco coleccionistas estadounidenses y a uno brasileño, cobrando a cada cerca de 300 mil dólares.

La pintura fue recuperada dos años y ciento once días después del robo con la captura de Peruggia. El detenido intentó vender el cuadro original al director de la Galleria degli Uffizi, Alfredo Geri, quien alertó a la policía. Peruggia alegó que su intención era devolver la obra a su verdadera patria y que él sólo era víctima de un estafador. El jurado lo sentenció a un año de prisión.