Hablar de la Navidad es hablar de emociones recientes y también históricas. Sentimientos que, aunque no lo viviste, de solo conocerlas hacen que sientas esperanza en la humanidad y te transportan a ese instante solo para imaginar ese ‘feeling’.
Es más, si eres fanático del fútbol no podrás evitar al menos sentir un nudo en la garganta.
Nos transportamos a 1914. El escenario es Ypres, en Bélgica, localidad que estaba ocupada por Alemania. Sí, estamos en plena Primera Guerra Mundial. Del otro lado, estaba el bando inglés.
Era la Nochebuena de aquel año, la batalla era cruenta y el crudo frío endurecía la piel. Todos se preparaban para un nuevo intercambio de ofensivas que cegarían más vidas. Pero ocurrió algo que se podría denominar como un milagro.
Desde el lado alemán, se encendieron unas luces. Los ingleses creían que empezaba una nueva batalla, pero empezaron a oír villancicos. Se asomaron, con cautela, pero lo que vieron fue increíble y contagioso.
Este encuentro se llama ‘Christmas Truce’ o “Tregua de Navidad”. Los ingleses se unieron a los alemanes en las celebraciones de Navidad y compartieron, al menos por unas horas, momentos inolvidables de fraternidad y amor al prójimo. Olvidaron que eran rivales y también olvidaron en ese instante el motivo de la guerra.
Uno de los soldados sacó de entre sus cosas un viejo balón de fútbol y fue inevitable formar dos grupos y jugar un partido. El resultado era lo de menos. La tensión fue cambiada por el deporte. Debió ser el amistoso más importante de la historia.
Tras la tregua, cada bando volvió a lo suyo y la guerra duró tres años más. Lamentablemente, ante un intento de los soldados de revivir esa tregua en los años siguientes, los oficiales superiores lo prohibieron y amenazaron con castigar a los que lo intenten.