La tecnología se ha convertido en una herramienta indispensable para prácticamente todos los ciudadanos de un mundo globalizado, ya que la usamos en mayor o menor medida, a través, de los Smartphones, los ordenadores personales, las tabletas o el llamado Internet de las cosas. En cada acción diaria, ya sea de ocio o de trabajo, contribuimos al mayor desarrollo de este modo de vida sostenido por las nuevas tecnologías.

Esto tiene grandes ventajas, pero también conlleva algunos riesgos que debemos conocer y controlar en la medida de lo posible. Es así como, la ciberseguridad se convierte en algo que todos debemos tener en cuenta en nuestro día a día.

¿Por qué somos vulnerables?

El desconocimiento como usuarios de las nuevas tecnologías y nuestros descuidos son las principales fuentes de debilidad que nos hacen vulnerables ante las . La pérdida del teléfono móvil, por ejemplo, es uno de los vectores principales que llevan a la filtración de datos personales o contraseñas.

Y es que, una vez se han filtrado estos datos, la detección del problema se puede prolongar durante meses agravando con ello la repercusión negativa del uso fraudulento.

El descuido al consultar el correo electrónico también es una puerta de entrada a elementos perjudiciales como el phishing o la entrada de archivos maliciosos.

El fenómeno del Big Data hace que los datos personales tengan un gran valor para las empresas y los usos indebidos de los mismos nos convierten muchas veces en víctimas.

¿Cuáles son los problemas?

Por norma general, la filtración de contraseñas, llamada phishing, es una de las más comunes y también de las más perjudiciales ya que suele traer para el usuario un problema económico que puede alcanzar pérdidas cuantiosas.

El secuestro de datos es otro de los elementos altamente preocupantes en la seguridad cotidiana. Se denomina ransonware y puede derivar en una pérdida económica pero también en un perjuicio de la reputación personal y laboral. Las empresas pueden ver mermada su productividad o perder la confianza de los clientes. Al final todo suele derivar en un perjuicio económico de mayor o menor gravedad.

El robo directo de los bienes a los que tengamos acceso de forma telemática es el perjuicio más básico, pero uno de los más complicados de solventar. El secuestro de cuentas, el robo directo de dinero o el uso de los datos personales para la suplantación deben ser siempre temidos por cualquier usuario.

Suponiendo un problema para el funcionamiento de los sistemas informáticos, la monitorización, el control de los dispositivos por parte de terceros o la instalación no deseada de programas malintencionados son claves para aunar de forma difícilmente detectable los problemas anteriormente mencionados. Este tipo de cuestiones pueden derivar en la pérdida de dinero, reputación y descontrol del propio empleo de forma rápida y muy efectiva.

El usuario siempre puede acudir a las autoridades e intentar encontrar una reducción de los daños causado; sin embargo, la recuperación total de la situación anterior suele ser bastante difícil de lograr y la mejor solución es prevenir siguiendo unas pautas cotidianas de seguridad.