Con gorra negra, gafas de sol y un recital de joyas, el reguetonero no escatimó energías para poner de pie a los 15.000 asistentes a esta jornada del festival, que en los últimos años ha situado a ese género como uno de los imprescindibles en su parrilla.
En su tarea para reconquistar el anfiteatro de la Quinta Vergara, donde ya estuvo en 2006 y en 2009, el boricua, que ha incursionado también en el merengue y en los sonidos “tecno”, contaba con una baza a favor y otra en contra.
Para contrarrestar el cansancio y las frías temperaturas del verano austral, el artista echó mano de su artillería al compás de Lovumba, que forma parte de su disco “Prestige”, lanzado el pasado septiembre, y de sus éxitos de antaño, como “Pose”, “Lo que pasó, pasó” y “Cómo te voy a olvidar”.
Puesto en pie el auditorio y con su equipo de bailarines dominando el escenario, Daddy Yankee desplegó sus dotes para improvisar nuevas letras y convertir el anfiteatro en una fiesta, iluminada por instantes por los flashes de cámaras y celulares.
Raymond Luis Ayala, el hombre con cara de niño que se esconde tras la máscara de Daddy Yankee, dejó escapar una sonrisa de sincera felicidad al ver premiada su entrega con dos antorchas y dos gaviotas, es decir, el lote completo de premios del festival. EFE