Con qué derecho voy a juzgar a una banda cuando mil chiquillos han dejado el alma y la garganta, cantando en un concierto de comienzo a fin, durante dos horas. Con qué derecho voy a reclamarle a una banda de 17 años de trayectoria seguir haciendo la misma música desde su fundación, escribiendo letras adolescentes y cantando sobre situaciones gestadas en el colegio, cuando sus integrantes ya pasan la base 3.

Nada de eso se puede reclamar en un concierto de Panda, una banda que se ha congelado en el tiempo y que parece no importarle que lo suyo sea hacer lo mismo durante 120 minutos, sobre todo porque es a sus fans a los que no les importa nada más que divertirse, cantar y sentirse identificados con letras que hacen que 6 Voltios parezcan verdaderos rebeldes y que Chabelos prediquen una anarquía brutal.

Panda es de las bandas cuyo público crece y los abandona buscando nuevas propuestas, de ahí que sus fans sean básicamente chiquillos y no jóvenes que hayan crecido junto al grupo. Eso sólo indica algo: Falta de interés de un seguidor cansado de lo mismo e interesado en evolucionar, algo que el cuarteto no ha hecho ni hará. Eso debe ser alarmante para un artista, no sentirse influencia permanente, sino una especie de “jardín de infancia” para los que se inician en el mundo del rock.

En su nueva visita al Perú, el cuarteto mexicano, conformado por José Madero, Arturo Arredondo, Ricardo Treviño y Jorge Vázquez, desembarcó en la Discoteca Céntrica, donde repasó su discografía (los más jóvenes pedían sus primeras canciones) centrándose básicamente en sus últimos trabajos y comprobando que una nueva legión de muchachos ha sido seducida por sus letras de tinte adolescente, por situaciones inspiradas en el recreo del colegio y de primeros amores, hoy vividos a través de una red social.

Ni la pésima organización, el mal sonido (jalón de orejas al sonidista de la banda, de los peores que he visto en los últimos años, incontables los acoples y el poco volumen en la voz del cantante) y la falta de aire acondicionado (Céntrica era un verdadero horno) evitaron que el público la pasara genial, cantara cada uno de los temas que Panda hizo sobre el escenario y sintiera, por lo menos durante dos horas, aquella rebeldía que MTV nos ha vendido desde que comenzó a enlatar fórmulas previsibles.

Juan Carlos Cabrera / @fugazvolatil