Aunque la música comercial no sólo se encarnó en los platos y la mesa de mezclas de Calvin Harris, sino que el estadounidense Pharrell Williams cerró “feliz” el Loollapalooza, cuyo clímax llegó con el viral superventas “Happy”, que ha llegado a convertirse en la banda sonora del Día de la Felicidad.

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Recientemente condenado por copiar el éxito “Blurred lines”, que no dudó en incluir en el concierto, el rapero y productor optó por actuar rodeado de bailarinas y con una permanente sonrisa tatuada en la cara que mantuvo a los fans gritando todo el rato.

El cierre fue de gran estrella pop, con Williams acompañado de seguidoras brasileñas bailando a su lado y con confeti haciendo su gran hit global “Happy”. Todo patrocinado por una marca deportiva que lucían el cantante y sus bailarinas.

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Sin embargo, y por suerte para los más fieles al ADN del festival, el cierre de Lollapalooza tuvo otra opción muy distinta: la actuación de Smashing Pumpkins, uno de los grandes emblemas del rock alternativo de los noventa.