Con un cuarto de siglo en los escenarios, diez discos grabados en estudio y cincuenta años bien vividos, el todoterreno del rock Lenny Kravitz aún persigue con “hambre” su mejor canción, pero fantasea con retirarse a pintar a su granja de Río de Janeiro dentro de muchos, muchos años.

“Me gusta hacer arte, hacer lo que hago. Y aún tengo hambre, todavía tengo motivación. Siento que acabo de empezar. Los últimos veinticinco años han sido una buena experiencia y una buena educación, pero creo que lo que voy a hacer en los próximos veinticinco va a sobrepasar lo que he hecho hasta ahora”, dice.

Con “look” de chico malo bien vestido, protegido por sus inseparables gafas de sol y salpicado de pendientes, anillos y tatuajes, Lenny Kravitz (Nueva York, 1964) desvela en una entrevista con Efe en París los secretos de su nuevo disco, “Strut”, doce canciones que ha ido deslizando con cuentagotas y que ahora llegan en forma de álbum.

“Lo escribí en unas dos semanas, cuando estaba trabajando en la película ‘Los juegos del hambre: en llamas’ y escuchaba mucha música. Al final estuve despierto dos semanas, trabajando en la música por la noche y en la película por el día”, explica Kravitz con voz amable, en una habitación de dos plantas en un noble hotel cercano al Arco del Triunfo, reservada por Sony Music.

El resultado “es un disco donde la guitarra tiene mucho peso”, con un sonido “agresivo, ‘funky’ y hermoso”, porque “tiene suciedad y agarre, pero (que) también está bien pulido”, explica Kravitz.

“La inspiración sale de la vida, hombre, solo de la vida. Está dentro de ti. Tomas lo que va pasando: relaciones, amor, sexo, pasión, deseo, amor malentendido, devoción, amor por la ciudad que me crió…”, resume el versátil artista, eterno icono sexual del rock que asegura, de carrerilla, que no se ve como un “sex symbol”.

El tono ardiente del vídeo de “The Chamber” se justifica porque “la canción es sobre una relación pasional que terminó con un corazón roto”, dice Lenny Kravitz, que preludia el clip con una cita de Nietzsche: “El verdadero hombre quiere dos cosas, el peligro y el juego. Por esa razón quiere a las mujeres, el juguete más peligroso”.

Se grabó en su “casa” de París, dice para referirse a un palacete “art nouveau” de 1.500 metros cuadrados y siete habitaciones, terraza y jardín, en el que el rockero pasa “temporadas”.

Para rodarlo, se inspiró en la factura visual de “las fotografías de Helmut Newton, de esas mujeres parisinas como estatuas”, relata en una charla a inicios de septiembre y rodeado de un enjambre de colaboradores (incluido su chef personal, Marcello).

“Este disco es el primero en el que he contratado a alguien para que lo mezclara. Trabajé con Bob Clearmountain, que es increíble. Ha hecho ‘Tattoo’ para The Rolling Stones, ‘Let’s Dance’, para David Bowie, ‘Born in the USA’, para Bruce Springsteen…”, enumera.

“Este disco es el primero en el que he contratado a alguien para que lo mezclara. Trabajé con Bob Clearmountain, que es increíble. Ha hecho ‘Tattoo’ para The Rolling Stones, ‘Let’s Dance’, para David Bowie, ‘Born in the USA’, para Bruce Springsteen…”, enumera.

El neoyorquino, que lleva alrededor de 38 millones de discos vendidos a lo largo de su carrera, nunca escucha sus antiguos discos y no ha aprovechado su cincuenta cumpleaños para hacer balance de su vida, culpa que ya expió con su álbum “Baptisim”, hace una década.

“En el punto en el que estoy ahora, solo miro hacia delante. No miro hacia atrás”, comenta un músico que, además de desarrollar carreras paralelas como actor y diseñador, cree que aún no ha terminado de exprimir los formatos de su universo creativo.

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