Además de tener en cuenta el tema los colores, las gemas, la música y la alimentación, sería muy positivo seguir con un ritual de magia que ayudaría también a aumentar la energía y vitalidad de la persona o personas por las que se hace y que en este caso concreto lo más conveniente sería que lo realizase la misma persona que se siente mal.

Cuando el ritual se hace por uno mismo, se debe coger una vaso lleno de agua y echarle unas gotas de aceite de sándalo o si no se dispone de él, un pellizco de manzanilla o dejar caer en el agua la yema de un huevo. Dejamos el vaso encima de la mesita de noche o en el suelo durante toda la noche a nuestro lado izquierdo.

Al ir a acostarnos mojamos el dedo corazón (el dedo del centro) de la mano izquierda con una gota de aceite de almendras, o bien si carecemos de él, lo podemos sustituir por el aceite de sándalo o simplemente aceite de oliva. Seguidamente con la yema del dedo mojado del aceite hacemos dos círculos a la altura de nuestro corazón (sobre nuestra piel) y siete círculos sobre el entrecejo (en la frente – entre las dos cejas).

A continuación cerramos los ojos y repetimos mentalmente 12 veces: ¡Yo soy el calor, la luz, la energía, la vitalidad y la fuerza!

Este ritual de magia se puede realizar siempre que uno se sienta sin energía o bien los días que unos mismo crea conveniente para prevenir esta sensación de decaimiento y falta de vitalidad. Para llevar a cabo el ritual cuando vaya dirigido a otra persona o grupo se haría de la misma forma, incluso la afirmación que se diría en primera persona, aunque en este caso de falta de vitalidad se aconseja, como se ha advertido antes, que sea el propio interesado quién realice el ejercicio: ¡Yo soy el calor, la luz, la energía, la vitalidad y la fuerza!

Solo que cuando se hace el ritual por otra persona, al realizar los círculos en el corazón y el entrecejo y al repetir la afirmación pondremos nuestra atención en la persona o grupo por los que se hace el ritual.

El agua y los ingredientes que lleve deben renovarse cada vez que hagamos el ritual, es decir cada noche.

Acabado el ritual, se recogen los restos que hayan quedado, así como el agua y en cuanto tengáis ocasión debéis arrojarlos preferentemente al agua, por ejemplo: un lago, un río, el mar, etc., o bien si no tenéis ocasión de echarlos al agua, enterradlos en la tierra o en alguna maceta de casa. El ritual deberá hacerse necesariamente en días pares.