En los inicios de una relación siempre hay muchos factores capaces de terminar con ella casi antes de que empiece. Uno de esos factores de riesgo es la familia de la otra persona que, con su aprobación o rechazo, puede deteriorar algo que nos causa felicidad.

Las razones por las cuales muchos padres no dan su aprobación a la elección de pareja que hacen sus hijos suelen tener un equivocado carácter protector. Las divergencias de opiniones, los modos de vida diferentes, la incomprensión general o el temor inconsciente de perder el afecto de un hijo son las causas más comunes de rechazo.

La obra Romeo y Julieta nos muestra, por ejemplo, cómo las desavenencias entre dos familias determinan que los enamorados terminen, no sólo separados, sino muertos. Y aunque parezca que este tipo de situaciones ya no ocurren en el siglo XXI con sólo pensar en las reacciones que pueden tener muchos padres ante la elección, por parte de sus hijos, de una persona de raza o religión diferente, nos hace comprender que no es algo tan imposible como pudiera parecer a simple vista.

Si las personas más cercanas a nuestra pareja no nos aceptan, no sólo la relación está en peligro, sino también el equilibrio emocional de quien amamos. A menudo la falta de aceptación surge de uno mismo que, viendo que otros no pueden reprimir su desagrado ante nosotros, respondemos con la misma moneda.

Hay que procurar encontrar lo positivo en los demás. Hablar, buscar puntos comunes, intentar aprender, sacar experiencias útiles y tener detalles amables y desinteresados es el camino óptimo para la integración en el círculo íntimo de la persona a la que amamos.

No obstante hay situaciones en las que no es posible obtener nada por estas vías porque la madre, el padre o los amigos de nuestra pareja jamás nos aceptarán porque sus prejuicios se lo impiden. En estos casos necesitamos algo más que palabras para convencerles de que amamos a la otra persona y de que ésta será feliz a nuestro lado. Más aún: que a pesar de nuestra raza, religión o forma de vida, somos personas a las que puede merecer la pena conocer y en las que es factible encontrar virtudes que se niegan a ver. Para este propósito proponemos este ritual que llevará a una relación armoniosa y agradable con la familia de nuestra pareja.

En este ritual se requiere de un limón y una rama de canela El limón representa lo ácido, generalmente desagradable, y sirve de revulsivo. En este caso es perfecto para simbolizar la familia de nuestra pareja. La canela es de agradable sabor, tierna y cálida, y puede proporcionar al limón un gusto y textura exquisitos. La rama de canela servirá de símbolo de nosotros mismos.

Practicar un agujero circular, con un cuchillo, en la superficie del limón. Introducir la rama de canela en el agujero lo más profundamente posible. Recitar esta oración siete veces. “Quisiera que me permitiera ganar el corazón de todos y agradar a los demás” Romper la punta de la rama de canela para que no sobresalga del limón. Dejar el limón preparado en algún lugar escondido, donde nadie lo vaya a tocar. Cuando el limón esté seco, dejarlo en una encrucijada o en algún cruce de calles, sin mirar atrás ni volver a pasar por ese lugar en el resto del día. Recitar una vez más la oración.

Al introducir la rama de canela en el limón, metafóricamente nos introducimos en la familia de nuestra pareja. El limón se volverá menos agrio y nos aceptará de buen grado, al igual que la familia. Es recomendable practicar este ritual en viernes de Luna creciente; Venus, nos ayudará con nuestro cometido y la Luna, representante de la familia, buscará los elementos que nos permitan limar las asperezas con el entorno de nuestra pareja.

Fuente: Consultorio Esotérico.