Son entidades divinas que encausan la energía celestial para resolver los conflictos del universo. Protegen nuestra energía espiritual, nos alertan en momentos de peligro siempre están dispuestos a servirnos de acuerdo a nuestras necesidades y nos acompañan a concretar nuestros potenciales en todos los niveles. Expanden el espíritu de la vida y renuevan todo lo que tocan. Son la revelación de amor divino, de la sabiduría y del poder absoluto.

Los Ángeles son espíritus puros, es decir “libres de toda materia”, y por lo tanto de naturaleza inmortal. Ellos existen glorificar a Dios y ser sus mensajeros, de hecho su función más importante es esta: ser el nexo entre Dios y el hombre, y en segundo término proteger a los hombres y velar por su salvación.

Su naturaleza espiritual implica que son libres de todas las limitaciones que lo humano –naturaleza física/espiritual – involucra, por lo tanto su respuesta al amor de Dios no necesita tiempo ni reflexión para crecer y madurar, como nosotros.

Los ángeles fueron creados perfectos, de ahí su poder y entendimiento, en cambio nosotros fuimos creados para “perfeccionarnos”. Entendiendo esa diferencia esencial entre hombre y ángeles, se entiende que “las almas” no son ángeles, ni viceversa. Una persona que se muere, no se transforma en ángel o en demonio según su comportamiento de vida.

Por su perfección los ángeles no tienen la oportunidad de equivocarse, arrepentirse o ser perdonados. Solo hubo un oportunidad al principio de los tiempos, cuando Dios les puso a prueba moral para ganar la Felicidad Eterna: ante esta fallo más o menos un tercio del total, que son millones de millones y esto se componen de ángeles caídos o demonios.

Los demás ángeles que pasaron la prueba divina, están organizados jerárquicamente y sirven eternamente al Señor. No dudes en pedirles ayuda cuando los necesites porque a ellos les encanta ser útiles especialmente cuando se pide algo con entrega y amor.