Los príncipes Alberto II y Charlene de Mónaco, que se unieron el viernes en matrimonio civil, se volvieron a dar hoy el “sí”, en una ceremonia religiosa celebrada en el patio de honor del Palacio del Principado con más de 850 testigos.

Esta segunda boda está oficiada por el arzobispo de Mónaco, Bernard Barsi, que invitó a los esposos a cogerse de la mano y a intercambiar de nuevo su consentimiento ante el aplauso de los asistentes y una expresión emocionada en la novia Charlenne Wittstock.

La pareja prometió mantenerse fiel “en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad”, para amarse todos los días de su vida, y después de que el arzobispo expresara su deseo de que “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”, se pusieron las alianzas.

La sudafricana, de 33 años, 20 menos que el príncipe, se presentó del brazo de su padre, Michael Kenneth Wittstock, con el que recorrió la alfombra roja y blanca, los colores monegascos, que cuando acabe la boda será subastada por partes para destinar el dinero recaudado a causas humanitarias.

La música corre a cargo de la Orquesta Filarmónica y del Coro de la Ópera de Montecarlo, con la participación del tenor peruano Juan Diego Flórez, del italiano Andrea Bocelli y de la soprano estadounidense Renée Fleming y Matshikiza.

Tras finalizar la ceremonia, la pareja hizo un recorrido nupcial a bordo de un descapotable hasta la Iglesia de Santa Devota, patrona de Mónaco, en la que la princesa, al igual que hiciera la fallecida Gracia tras su boda con Rainiero III en 1956, depositó su ramo.