Al Pacino acudió al Festival de Venecia para recibir un premio que no sabía muy bien qué era y presentó fuera de competición un trabajo que no supo si calificar de documental o de película, pero su larga carrera hizo que todos le recibieran en pie y con una emocionada emoción.

Uno de los actores más respetados del cine contemporáneo, ganador de un Óscar y con otras siete nominaciones, Al Pacino se ha hecho merecedor del premio Jaeger-Le Coultre Glory to the Filmmaker 2011, un galardón que otorga la Mostra de Venecia a un artista que ha dejado una marca original en el cine contemporáneo.

“Esta noche voy a recibir un premio del que no conozco muy bien los detalles”, dijo honestamente el actor, que sin embargo agradeció que fuera por su labor como realizador, algo que empezó hace 25 años cuando decidió comenzar a filmar las cosas que le gustaban.

“Me enamoré de la idea de hacer una película, es algo mágico para mí” explicó Pacino, quien reconoció que en aquella primera etapa realizo cinco o seis filmes que están bien guardados y que nunca exhibirá “como mis pinturas”, agregó.

Honesto pero sabedor de su encanto, Pacino conquistó a todos en Venecia con su verborrea, sus bromas entre líneas y hasta con su aspecto con el pelo alborotado y camisa de seda brillante que parecía sacado de uno e sus éxitos de los años setenta.