Considerado el padre del surrealismo en el cine y responsable de algunas de las imágenes más impactantes vistas en una pantalla, Luis Buñuel Portolés nació en Calanda (noreste de España) en 1900 y recibió una estricta educación jesuita que puso la semilla de una obsesión por la religión que se paseó por toda su filmografía.

En 1917 se instaló en la Residencia de Estudiantes, donde conocería a artistas como Salvador Dalí o Federico García Lorca, que serían sus grandes amigos y compañeros de primeros proyectos artísticos.

Se licenció en Filosofía y Letras en Madrid y se trasladó a París, donde se inscribió en la Academia de Cine y comenzó a trabajar como director artístico y crítico cinematográfico.

De toda esa experiencia saldría un guión escrito con Dalí para su primer corto, “El marista de la ballesta”, que acabaría llamándose “Un chien andalou” (1929).

Pocos debuts en el cine han sido tan contundentes. Un corto que supone una de las cotas más altas del surrealismo y construido a partir de los sueños de Buñuel y Dalí.

Una explosiva mezcla de escenas con numerosas referencias a escritores de la época y que contiene una de las imágenes cinematográficas que más rechazo ha generado, la del ojo de una mujer rasgado por una navaja sostenida por la mano de Buñuel y que en realidad era el de una vaca, convenientemente depilado y maquillado.

Durante su estreno en Francia, Buñuel se mantuvo escondido tras la pantalla con piedras en los bolsillos, ante el miedo a ser atacado por los confundidos espectadores, lo que no le impidió mantener su estilo provocador en su siguiente película, “L’age d’or” (“La edad de oro”, 1930).

Fue su primera crítica contra la Iglesia y provocó una fuerte reacción de grupos de la extrema derecha en Francia, donde fue prohibida, un castigo que no se levantó hasta 1981.

Con ese filme cerró su primera etapa francesa para rodar en España el tremendo documental “Las Hurdes” (1933), que el gobierno de la Segunda República prohibiría dada la pobre imagen que ofrecía del país.

Durante la Guerra Civil española se trasladó brevemente a París antes de exiliarse a Estados Unidos, donde trabajó en el MoMA de Nueva York para después ser contratado por la Warner como director de doblaje.

Y en 1946 recalaría en México, dando comienzo a su etapa profesional más fructífera con películas como “Él” (1953), su particular homenaje a director Alfred Hitchcock, y una versión de “Cumbres borrascosas” ambientada en el México del XIX titulada “Abismos de pasión” (1954).

Buñuel regresó a España a petición de Franco, y en ese periodo dirigió “Viridiana” (1961), protagonizado por Fernando Rey, Silvia Pinal y Francisco Rabal, a la que tuvo que cambiar el final por la censura, pero supo disfrazar la mayor parte de su “amoralidad”, que pasó inadvertida hasta su estreno en Cannes, donde ganó la Palma de Oro.

Una profunda reflexión sobre la represión de la sexualidad y sobre la iglesia católica que constituye una de las cumbres formales del cine de Buñuel y que fue prohibida en España y denunciada con vehemencia por el Vaticano.

A continuación Buñuel rodó otra cima de su cine, “El ángel exterminador” (1962), una impresionante fábula sobre la que tuvo completo control creativo, una historia desasosegante de un grupo de gente que no podía abandonar una fiesta.

En 1972 llegó la obra por la que lograría su único Óscar: “Le charme discret de la burgeoisie”, con la que se convirtió en el primer director español en recibir un Óscar de la Academia a la mejor película de habla no inglesa, aunque el galardón recayó en Francia, país productor de la cinta.

Volvió a repetir nominación en la misma categoría, esta vez por España, con “Cet obscur objet du desir” (1977), pero sin suerte. Y en ambas ocasiones optó al Óscar como mejor guionista junto a su inseparable Jean-Claude Carrière.

Fue su último trabajo, otro escándalo, protagonizado por Fernando Rey, su alter ego en la pantalla, acompañado por unas jovencísimas Carole Bouquet y Ángela Molina.

Moriría apenas cinco años después, el 29 de julio de 1983, en su querido México, dejando tras de sí una de las trayectorias más impactantes y transgresoras de la historia del cine. EFE