David Norris es un joven aspirante a senador por Nueva York, y tiene ante sí uno de los futuros más prometedores jamás vistos para alguien de su edad. Durante su campaña conocerá a Elise Sellas, una impulsiva bailarina de ballet experta en meterse en líos que no obstante le hará cambiar su filosofía de vida. Cuando parece que ambos han conectado y que ese va a ser el comienzo de una formidable relación, fuerzas con poderes sobrenaturales se interpondrán en su camino, imposibilitando su amor. No conforme con el destino, David iniciará una investigación que le llevará a terribles descubrimientos.

Hablar de la crisis de creatividad de Hollywood es como hablar de la crisis económica. La da a uno la sensación de que lleva haciéndolo durante una eternidad… porque da la sensación de que siempre ha estado allí, desde mucho antes de que naciéramos. Impresiones a parte, que como tales, tendrán su mayor o menor reflejo en la realidad, es evidente que la factoría de sueños californiana conoció mejores tiempos en lo que a inventiva se refiere. Adaptaciones de todo tipo, remakes, y sobre todo reboots (nueva palabrota del mundillo, imprescindible para comprender la gravedad del fenómeno en cuestión) son sólo algunos síntomas de dicha sequía.

Cada vez más falta de ideas propias, la todopoderosa industria norteamericana mira en otros países, otros tiempos y otros sectores para que el espectáculo siga en marcha. La literatura obviamente no marca la excepción, y dentro de la palabra escrita, Philip K. Dick ocupa un sitio privilegiado para el celuloide.

Más de diez proyectos cinematográficos deben su existencia a la prolífica mente del escritor de Chicago, uno de ellos, ‘Destino oculto’, ópera prima de George Nolfi, guionista cuyo primer trabajo importante fuera el texto de ‘Timeline’, adaptación sorpresa para la gran pantalla de una novela de Michael Chricton, pero que como mejor creación hasta la fecha tiene la del tercer capítulo de las aventuras del amnésico Jason Bourne, una saga que por cierto, está basada sorpresa en las novelas de Robert Ludlum… y que por lo visto tampoco escapará a la fiebre reiniciadora perpetuada por las grandes productoras.

Haya expolio creativo o no, el caso es que el híper-explotado Kindred Dick propone una idea muy interesante, que sin duda es suficiente para construir un relato breve de apenas veinte páginas… pero que no queda tan claro que dé para cimentar una película de más de hora y media.

Al menos esta conclusión es la primera que viene a la cabeza después de ver el debut como director de Nolfi. Una sensación muy similar a la que despertaba aquel infravalorado cuento navideño de Richard Kelly titulado ‘The Box’. Estaba inspirado en una genial historia corta de Richard Matheson, que a su vez inspiró antes un no menos memorable capítulo de la mítica serie televisiva ‘The Twilight Zone’. En él, una familia que pasaba por apuros financieros, descubría que el ‘‘dinero fácil’‘ quizás no lo era tanto.

Historia de corte fantástico y moralista que funcionaba a las mil maravillas en un formato reducido, pero que cojeaba en su versión alargada (merced sobre todo a las pájaras mentales tan características de Kelly). Lo mismo puede decirse de ‘Destino oculto’, traducción libre de lo que en su título original vendría a significar ‘‘El departamento de ajuste’‘.

Un concepto que obedece a una más que peculiar forma de ver el mundo. Borren inmediatamente las casualidades o el libre albedrío de su diccionario, pues al parecer todo lo que nos rodea está controlado por un mecanismo gigantesco, en el que un ingente grupo de hombres que parecen directamente salidos de la agencia publicitaria de ‘Mad Men’ (y capitaneados para la ocasión por John ‘‘Roger Sterling’‘ Slattery… ¿casualidad?) controlan nuestros pasos para asegurarse que se cumpla un supuesto Plan Maestro que sólo entiende una entidad aún más superior a ellos.

¿Son agentes gubernamentales? ¿Son peones de una agencia de espionaje internacional? ¿Son trabajadores de una oficina hecha para emplear a gente y así terminar con el problema mundial que supone el paro? ¿Son ángeles? De ser esto último, uno de ellos, como ya sucediera en el clásico de Frank Capra ‘¡Qué bello es vivir!’, se pone del lado de nuestro sufrido protagonista y le ayuda a solucionar sus dudas existenciales y sus problemas personales, que al parecer, tienen repercusiones cósmicas.

Hay a quien este embolado le resultará cómico, incluso absurdo. Y eventualmente así debe ser, pues buena parte del encanto de la propuesta consiste en recordarnos aquella paranoica pesadilla ‘‘gilliamesca’‘ titulada ‘Brazil’, en la que un omnipresente y extremadamente ineficiente aparato burocrático regía el destino del mundo entero.

En esencia, lo mismo sucede aquí, sólo que en vez de optar abiertamente por la crítica anti-sistema más ácida, se coge una senda más dulzona. Hay una pizca de acción, hay ciencia-ficción, hay también cabida para interpretaciones teológicas… pero lo que marca la pauta en ‘Destino oculto’ es el clásico y sobadísimo ‘‘chico conoce a chica’‘… y a partir de aquí, valen todos los tópicos que vengan a la mente. Esto es, una historia romántica que cuenta con un punto de partida más que interesante, y con una puesta en escena atractiva en el plano visual… pero torpe en el desarrollo.

Entre el mal uso de los saltos temporales y la nula capacidad de Nolfi para ocultar sus cartas (qué bien le hubiera ido a la historia un poco más de misterio), la narración pierde en interés demasiado rápido, entregándose descaradamente a los dictados de los productos romanticones más convencionales. Afortunadamente, no es ni mucho menos otra estúpida película de enamorados, pero desde luego está a años de luz transmitir la lucidez con la que Philip K. Dick reflexionó sobre la eterna pugna entre destino y libre albedrío en sus obras más célebres. Lástima.