“Es un honor enorme y no me lo puedo creer. Uno cuando está haciendo su primera película en un punto fantasea con estar en un festival como este”, dijo a Efe la cineasta, que reconoce la importancia y el “superimpulso” que supone para su carrera “arrancar en esta sección, en Panorama, en la Berlinale”.

El primer largometraje de Sarasola-Day, coproducido por Argentina, Colombia y Noruega, narra la relación triangular entre un matrimonio adulto que reside en una plantación de tabaco e intenta infructuosamente tener descendencia y un joven primo lejano de la mujer, que los visita tras salir de un centro de rehabilitación.

“Yo quería contar una historia de un matrimonio en crisis, quería contar la aparición de un primo lejano que uno apenas conoce y de repente uno puede sentir algo diferente que el lazo de parentesco”, explicó la realizadora.

Se trataba para Sarasola-Day de “contar una historia que abordara en algún punto la idea de intimidad”, de como convive cada uno “con la intimidad propia y la intimidad del otro, con las fronteras o límites”.

“Definimos lo que es íntimo dependiendo de quién tenemos enfrente. Igual siempre hay una parte de nosotros que es totalmente secreta, inconfesable, innombrable, y me interesaba esa parte. Muchas veces ahí habitan sentimientos como el deseo, el deseo sexual”, explicó.

En este sentido, Sarasola-Day estaba interesada en que “la forma en la que lidiamos y convivimos con nuestro deseo, con el deseo sexual y con el deseo en general” estuviera presenta en la cinta, donde la presencia del cuerpo, que “tiene su propia memoria, su inteligencia y su impulsividad”, también se hace importante.

“Hay veces que el cuerpo se nos anticipa, antes de que podamos hacer cualquier operación mental y reprimirlo o coartarlo. Muchas veces el cuerpo se nos emancipa, aunque sea unos segundos, hay una parte de nosotros que siempre es sopresiva”.

La directora optó por situar la historia en Salta, en el noroeste argentino, por ser originaria ella misma de allí y conocer “las dinámicas sociales que se generan”, el tipo de vida característico de provincia y “la forma de relacionarse”, con “cierto grado de formalidad, de protocolo”.

La pareja protagonista representa “esa clase social que es una suerte como de aristocracia o de familias con apellido, que han aprendido a mantenerlo heredado o a heredarlo, pero no mucho más, que son dueños de extensiones de tierra, pero viven en una extrema austeridad”.

Respecto al título, Sarasoya-Day reconoció que de la palabra “deshora” que, afirma, “se dejó de usar bastante en castellano”, le gusta mucho “su grado de vaguedad y a la vez de precisión”.

En Salta, donde se usa mucho, explica, “se dice que alguien que está ‘deshorado’ es alguien que no llega a tiempo”.

“Pero no sólo tiene que ver con la idea del tiempo, del cronos. Es alguien que no está ni en el momento ni en el lugar indicado, es alguien que no está donde debería y eso es como un limbo”, agregó.

Eso es lo que le ocurre a los tres personajes de la película, que “están atrapados en un espacio en el que no pueden habitar”.

A pesar de tener ya un proyecto en mente, la cineasta prefiere centrarse hoy en ver cómo recibe el público el estreno mundial de “Deshora”, algo que le produce un “miedo lindísimo”, y en “vivir este momento”, “ese proceso de la película en el que va a terminar de hacer sentido todo”.

Argentina cuenta, también en la sección Panorama con otra ópera prima, “Habi, la extranjera”, de María Florencia Álvarez, sobre una muchacha que, tras un contacto casual con la comunidad musulmana, decide hacerse pasar por uno de sus miembros para descubrir que uno no puede jugar a lo que no es sin pisar sentimientos.

Completan la representación argentina “Viola”, de Matías Piñeiro, y “La Paz”, de Santiago Loza, ambas en Forum, mientras que Lucrecia Martel, premio Alfred Bauer en 2001 por “La ciénaga” y miembro del jurado del festival en 2002, impartirá una clase magistral en el taller de ideas del festival, el “Talent Campus”, inaugurado hoy. EFE