El estadio Olímpico de Río lució su mejor entrada para contemplar la primera escaramuza del gran ídolo del atletismo mundial, el jamaicano Usain Bolt, que recibió las aclamaciones del público en su paso fugaz (10.07 segundos) por la pista azul en las series de 100 metros.
Partió por el sexto carril en la séptima serie, la penúltima, se mesó la cara cuando su imagen apareció en pantalla entre el clamor popular, reclamó silencio a la grada, se santiguó dos veces en los tacos de salida, se trastabilló en los primeros pasos y sólo tardó unos metros en ponerse en cabeza para vencer en 10.07.
Encajado en el barrio de Engenho de Dentro, un área poblada de casas humildes construidas apresuradamente y cuya pobreza se refleja en los desconchones de paredes y techos, el estadio Olímpico registró en la mañana del sábado mejor entrada que en la sesión nocturna del viernes.
¿La causa? Usain Bolt, que es capaz, con su mera presencia en las series, de atraer a un público expectante, pendiente de cualquiera de sus gestos, ávido de asistir personalmente a gestas que permanecerán para siempre en los anales del deporte.
En la primera de sus presumibles siete intervenciones (tres en 100, otras tres en 200 y en la final de 4×100), Bolt ha sentado las bases del espectáculo que llegará a su culmen este domingo en la final del hectómetro.
Para los habitantes del barrio constituye un verdadero honor recibir a un invitado tan ilustre, aunque el estadio no luzca demasiado entre casas destartaladas y marañas de cables, postes, paredes recién pintadas y pavimento con el asfalto recién extendido.
Usain Bolt acostumbra a visitar Brasil al menos una vez al año y nunca defrauda, siempre ofrece espectáculo a los mirones. Hoy tampoco abandonó tan saludable costumbre.
El seis veces campeón olímpico se ha propuesto aquí conseguir su tercer triplete y el reto, pese a su grandeza, no le amilana. La víspera de la ceremonia inaugural, a la que no asistió, posó bailando samba junto a esculturales brasileñas, ofreciendo, a cada segundo, oportunidades de lucimiento para los fotógrafos.
Usain Bolt vivió una tranquila entrada en acción, en la séptima y penúltima serie. Tuvo tiempo, por tanto, de contemplar, mirando de reojo el monitor de televisión en la cámara de llamadas, las evoluciones de casi todos sus rivales.
Paseando lentamente por el reducto donde coinciden todos los contendientes antes de salir a pista, Bolt miraba a un lado y a otro, y sus adversarios se pudo ver en el vídeo bajaban la vista, tal vez involuntariamente, cuando el “macho Alfa” les enfilaba.
El estadounidense Justin Gatlin, subcampeón en Londres 2012 y autor de los dos mejores cronos de este año (9.80 y 9.83), ganó la segunda carrera con un tiempo inexpresivo para su rango (10.01), y su joven compatriota Trayvon Bromell, segundo de la lista mundial con 9.84, fue segundo en la quinta con 10.13.
Johan Blake, el jamaicano que heredó en Daegu 2011 el título mundial tras la descalificación de Usain Bolt por salida falsa, dominó la sexta serie con 10.11, y fue entonces cuando irrumpió en la pista el rey del esprint, aclamado como en un circo.
El único susto fue para el francés Jimmy Vicaut, tercero del ránking con 9.86, que hizo una pésima salida en la cuarta serie y terminó cuarto con 10.19. Hubo de esperar a que terminara la ronda para saber si continuaba o se marchaba a casa. Se clasificó por una sola centésima para las semifinales.
Este domingo, a las 21.00, los grandes pesos del esprint corto regresarán a la pista para dirimir ocho plazas de finalista. Hora y media después estallará la gran batalla olímpica por la corona de 100 metros.