es conocido mundialmente por la cordillera de los Andes, cuna de los incas; pero no tan famosos son los otros dos tesoros naturales que quedan a ambos lados de esas imponentes montañas: la vasta selva amazónica al este y, al oeste, el desierto costero que explorará el rally .

La caravana del Dakar, compuesta por 337 vehículos de competición, se adentrará durante diez etapas, del 7 al 17 de enero, en este desierto que se extiende por la costa del océano Pacífico, un paraje inhóspito de miles de kilómetros con vertiginosas dunas de arena blanda.

Es en ese escenario se desarrollará el primer Dakar que se celebra únicamente en un solo país y también el primero que se hace íntegramente sobre arena.

En esas dunas el rally ha recuperado su esencia al encontrar en Sudamérica el terreno y el paisaje más parecido al desierto del Sáhara, hogar de la carrera desde que esta fue creada en 1979.

Por su latitud, próxima a la línea del Ecuador, la costa peruana debería tener abundante vegetación, pero las aguas frías que trae la corriente de Humboldt desde la Antártida crean esta extensa prolongación del desierto de Atacama (Chile).

En mitad de ese mar de dunas hay una con nombre propio: Duna Grande, la más alta de Perú y la segunda en el mundo con sus 1.693 metros sobre el nivel del mar, que deberán coronar los pilotos.

Allí tampoco faltan los oasis como los de Huacachina y Morón, en los alrededores de la ciudad de Pisco, auténticos vergeles en mitad del desierto que parecen propios de un espejismo.

Buena parte de los participantes ya probaron la dureza y dificultad del desierto peruano el año pasado, cuando el Dakar estuvo cinco días en ellas y algunos de los favoritos tuvieron que abandonar.

El Dakar* 100% peruano*, que tendrá como punto de partida y de llegada la capital de Lima, se ceñirá únicamente al sur del país para visitar las ciudades de Pisco, San Juan de Marcona, Arequipa, Moquegua y Tacna.

El recorrido está plagado de vestigios arqueológicos de algunas de las civilizaciones más antiguas de América, muy anteriores a los incas, que habitaron esas tierras, y cuyos restos la organización del Dakar se ha cuidado de proteger para que ni competidores ni espectadores puedan dañarlas.

Con ello intenta evitar un fatídico episodio ocurrido en 2013, cuando un vehículo pasó aparentemente por encima de un geoglifo (dibujo en la tierra) ubicado en las pampas de las famosas Líneas de Nasca, de unos mil años de antigüedad y consolidadas como una de las principales atracciones turísticas de Perú.

La carrera se tomará un día de descanso el sábado 12 de enero en la ciudad de Arequipa, la segunda más grande de Perú, conocida como la Ciudad Blanca por las piedras de sillar volcánico con las que está construido su casco antiguo, procedente de los volcanes que la rodean como el Misti, en cuyas faldas se asienta la urbe.

EFE