“No sólo mi carrera sino también mi vida están ligadas a él. Vivo con ello desde hace una treintena de años”.

Así explica Alain Prost su relación con . Ambos, en la década de los 80, llevaron a niveles de popularidad insospechados la para convertirla más que nunca en la máxima categoría del automovilismo.

Mientras el francés se caracterizaba por ser el ‘Profesor’, hacer solo lo justo para poder ganar una carrera sin arriesgar un ápice, el brasileño irrumpió en el lejano 1984 como un piloto hambriento por la gloria, llevando siempre al límite su tricolor Toleman.

Senna no resignaba nada, sus ganas por la victoria siempre podían más. Lo hicieron un ‘animal’ en la lluvia, era invencible cuando tenía un coche a la altura y mediático a nivel mundial. Su popularidad tenía magnitudes estratosféricas. Por eso, cuando el Williams-Renault FW16 se estrelló en Tamburello el 1 de mayo de 1994, un vació perenne apareció súbitamente en el mundo motor y deportivo.

No por gusto Ayrton Senna no solo se ubica entre los pilotos con mejores números en la historia. Además, aparece como el máximo referente de acaso la mejor era de la Fórmula 1.

La tragedia del 1 de mayo

El destino había llevado a Ayrton Senna a firmar por Williams luego de algunas temporadas de sequía con McLaren. El brasileño buscaba así recuperar el brillo y hacerle batalla a Bennetton y Michael Schumacher.

Senna había conseguido la pole position del Gran Premio de San Marino el sábado a primera hora. Al día siguiente, luciendo algo nervioso afectado por la muerte de Roland Ratzenberger, se subió al FW16 para intentar recuperar el terrero perdido, pues no había sumado ningún punto hasta el momento.

Líder de la prueba, el piloto tres veces campeón mundial se preparaba para girar en la séptima vuelta, cuando de pronto su bólido se estrelló contra un muro. El impacto no le provocó fracturas en los huesos del cuerpo, pero le produjo un golpe mortal en la cabeza que acabó con su vida a los 34 años de edad.

Según datos oficiales, Ayrton Senna murió en el hospital unas cuatro horas después del accidente. Las pericias indicaron semanas después que el brazo de suspensión, una barra de metal larga y delgada, atravesó el casco del piloto y se alojó en su cabeza.