No se sabe cómo John Gibson (1827-1920), marinero de oficio, se hizo con una cámara cuando todavía eran exclusivas de la clase alta, pero todavía más sorprendente es que se convirtiera en el fotógrafo de naufragios y que además iniciara una saga que inmortalizaría los desastres navales a lo largo de 130 años.

La casa de subastas londinense Sotheby’s pone a la venta el 12 de noviembre el archivo de imágenes creado por los Gibson durante cuatro generaciones (el último de la dinastía fue Frank Gibson, fallecido en 2012), considerado ahora una de las mayores y más importantes colecciones de fotos de naufragios.

Los mil negativos del lote documentan hundimientos de más de 200 barcos que atravesaron entre 1869 y 1997 los mares cercanos a Cornualles y a las islas Sorlingas (Reino Unido), históricamente considerados como traicioneros.

Pionero del fotoperiodismo, John Gibson se propuso ser el primero en la escena de los hechos cuando una embarcación naufragara. En cada accidente detallaba la historia; escribía sobre los héroes, los triunfos y las tragedias; informaba sobre el destino de la tripulación, de los pasajeros y del cargamento.

Cámaras en carretillas, cuartos oscuros portátiles, placas de cristal…

Sus descendientes siguieron fieles a la tradición: En el lote a subastar se incluyen manuscritos de Alexander y Herbert (hijos de John) de finales del siglo XIX y principios del XX, con documentación de cada siniestro. Sotheby’s estima que el archivo se venderá por entre 100.000 y 150.000 libras esterlinas (117.000 y 176.000 euros aproximadamente).

La historia de John Gibson se torna sorprendente a partir de 1869, cuando llegó el primer telégrafo al archipiélago inglés. En un tiempo en el que las noticias tardaban semanas en llegar a las Sorlingas, el invento permitía por fin acelerar el proceso y el fotógrafo autodidacta, dueño de un estudio, se convirtió en el candidato ideal para mandar imágenes a periódicos interesados en los naufragios.

Las condiciones de trabajo en los comienzos fueron duras: Era necesario llevar las aparatosas cámaras en carretillas, el equipo era muy pesado, había que transportar cuartos oscuros portátiles, placas de cristal… Aún con la dificultad de acceder a zonas rocosas y de oleaje con todo el material, los Gibson produjeron algunos de los testimonios visuales más valiosos de finales del siglo XIX y principios del XX.

Documentaron con pericia todo tipo de siniestros navales, desde el accidente del Minnehaha, una nave que viajaba de Argentina a Dublín (Irlanda) con un cargamento de guano (excrementos de ave usados como fertilizantes) en 1874, hasta el hundimiento del Cita en 1997, un barco de tripulación polaca que llevaba 200 contenedores de neumáticos, ratones de ordenador y pantalones cortos para mujer.

Las imágenes de John fueron decisivas en hundimientos tan terribles como el del buque alemán Schiller en 1876, en el que murieron 300 personas. Junto a su hijo Alexander (encargado del telégrafo) transmitió el suceso a medios de todo el mundo durante días, trabajando sin descanso hasta el agotamiento.

Fuente: 20minutos.es