No han pasado ni dos días desde que un coleccionista hizo público que había hallado unos informes que afirmaban que Adolf Hitler tomaba regularmente metanfetamina. Al parecer, esta sustancia le era recetada por uno de sus médicos, el cual consideraba que le podía ayudar a mantener la atención durante las interminables horas que pasaba tras una mesa organizando su particular Tercer Reich.

Sin embargo, el Führer no era el único que la consumía pues, en aquella época, era muy utilizada por los soldados nazis, pues lograba mantenerles despiertos durante horas y estar siempre alerta.

A pesar de que parece un invento relativamente moderno, la metanfetamina cuenta ya con casi un siglo de vida. Creada en 1919 en Japón usando como base la anfetamina, esta droga fue ampliamente utilizada en la Segunda Guerra Mundial.

Por entonces, las interminables horas de guardia y las defensas a ultranza de las trincheras a cualquier hora provocaban un cansancio extremo en los combatientes. En base a ello, muchos países consideraron necesario darles un pequeño ‘empujoncito’ para que pudieran mantener los ojos abiertos durante más tiempo.

Entre las naciones que más repartieron la sustancia entre sus militares destacaron Alemania (a pesar de las quejas de multitud de oficiales nazis) y Japón (el país que la vio nacer), donde no era raro que los kamikazes la ingirieran o se la inyectaran en grandes dosis con el objetivo de acudir eufóricos a morir por su país.

Posteriormente, y tras la contienda, esta droga fue puesta al alcance del público y comercializada en forma de medicamento.

Pero ¿Qué es la metanfetamina? Conocida en la actualidad como ‘meth’, ‘hielo’ o ‘speed’, puede definirse como una droga estimulante y adictiva. “La metanfetamina afecta el sistema nervioso central. Es un polvo blanco, cristalino, sin olor, y con sabor amargo que se disuelve fácilmente en agua o licor”, completa el ‘National Institute on Drug Abuse’.

En cuanto a su uso, la metanfetamina se ha hecho famosa es por su efecto estimulante, ya que produce, entre otras cosas, una disminución radical del cansancio, algo esencial para los soldados que, en medio de la Segunda Guerra Mundial, sabían que mantenerse despiertos podía significar la diferencia entre vivir o morir.

El problema que tenía esta sustancia para los oficiales nazis era que, a pesar de que tenía efectos muy útiles durante los extensos combates que se vivían en Europa, también producían todo tipo de consecuencia negativas.

“Para empezar la metanfetamina provocan alteraciones nerviosas. Es decir, que la persona esté constantemente alerta, en tensión. También existe el riesgo de que una persona sufra un brote psicótico tras tomarla, aunque estos se producen normalmente a largo plazo y cuando el consumo es constante”, sentencia Emiliano Corrales, director de la clínica Cazorla (especializada en salud mental y en todo tipo de adicciones) desde hace 30 años y responsable de la unidad de conductas adictivas del hospital Vega Baja.

A su vez, tampoco gustaban demasiado a los responsables militares debido a que podían producir alucinaciones en los combatientes. Los soldados, a su vez, podían sufrir delirios.

Fuente: ABC