La época medieval se caracterizó por su rigidez en todos los aspectos, tales como la ciencia, la educación y hasta la paternidad. Datos históricos revelan que el siglo XIV, los menor eran desterrados de sus propias casas y enviados a lugares extraños.

¿Cómo era la vida del adolescente europeo por entonces?

Alrededor del año 1500, un asistente del embajador de Venecia en Inglaterra se sorprendió ante los extraños estilos de paternidad que encontró durante sus viajes.

Él indicó que los ingleses mantenían a sus hijos en casa “hasta la edad de 7 o 9 años a lo sumo”, pero luego “los echaban, tanto a los hombres como a las mujeres, para que sirvieran en residencias de otras personas, obligándolos a permanecer allí generalmente por otros siete o nueve años”.

Los desafortunados niños eran despachados de sus casas independientemente de su clase, “todo el mundo, por muy rico que sea, despide a sus hijos para recibir a otros extraños a cambio”.

Sus observaciones pusieron en evidencia un sistema que operaba en todo el norte de Europa en el período medieval y en los inicios de la edad moderna. Muchos padres de todas las clases sociales enviaron a sus hijos a trabajar como empleados o aprendices; solo una pequeña minoría se dedicaba a la vida religiosa o iba a la universidad.

Entonces, ¿por qué evolucionó este sistema aparentemente cruel? Para los pobres, había un incentivo económico evidente: liberar el hogar de una boca que alimentar. Pero los padres realmente creían que estaban ayudando sus hijos al enviarlos lejos y, a la vez, así podían ahorrar un poco para costear un aprendiz.

Esos puestos de aprendiz solían durar siete años, pero podían extenderse por una década. Cuanto más largo fuera el plazo, más barato era: y esa es una señal de que el visitante veneciano no se equivocó al concluir que los adolescentes representaban una fuente de mano de obra barata para sus amos.

Muchos adolescentes estaban contractualmente obligados a comportarse. En 1396, un contrato entre un joven aprendiz llamado Thomas y un brasero de Northampton (Inglaterra) llamado John Hyndlee fue avalado por el alcalde de la ciudad. Hyndlee asumió el papel formal de tutor y se comprometió a alimentar a Thomas y también a enseñarle su oficio y a no castigarlo muy severamente por sus errores.

El joven, por su parte, prometió no irse sin permiso y tampoco robar, jugar, visitar prostitutas o casarse. Si el contrato llegaba a romperse, el plazo de su aprendizaje se duplicaría y pasaría a ser de 14 años.