El 2 de agosto de 1947 partió desde el aeropuerto de Heathrow en Londres el vuelo CS59 de la compañía British South American Airways (Stardust). Su destino, con escala en Buenos Aires, Argentina, era Santiago de Chile, pero perdió contacto con la torre de control cuatro minutos antes de aterrizar.
Tras esta última información del piloto, no hubo más contacto por radio, ninguna señal de socorro, nada que alertara de algún problema que sufriera este aparato, que transportaba seis pasajeros y cinco tripulantes.
El misterio de la desaparición del ‘Stardust’, como había sido bautizado el avión, tardaría más de medio siglo en resolverse.
Durante ese tiempo, la falta de información y evidencia alimentó las teorías más descabelladas. Por ejemplo, dos accidentes sufridos poco tiempo después por otros aviones de la misma línea aérea dieron pie a especulaciones sobre un posible sabotaje.
O la presencia de un diplomático británico entre los pasajeros, en un momento de tensión entre Argentina y Gran Bretaña, hizo que otros se decantaran por la teoría de un atentado.
Mientras que una extraña palabra en el último mensaje radial terminó convenciendo a muchos de que en la desaparición del avión estaban implicados los extraterrestres.
Sin embargo, en enero de 2000, restos humanos y fragmentos de una aeronave fueron encontrados por alpinistas en el volcán Tupungato, en Argentina.
Entonces una expedición organizada por el ejército argentino, algunas semanas más tarde, confirmó que se trataban de los restos del avión. Curiosamente, la zona había sido intensamente peinada durante la búsqueda original de la aeronave. Es más, numerosos alpinistas habían escalado previamente el Tupungato sin encontrar nada..
En todo caso, el examen de los restos demostró que los motores nunca dejaron de funcionar y que el avión tampoco fue objetivo de una bomba, sino que el aparato impactó contra la montaña, causando una avalancha que ocultó sus restos.
La causa del accidente también fue determinada: el ‘jetstream’ o corriente de viento que puede alcanzar una velocidad superior a más de 100 millas por hora y que entonces apenas se conocía y menos aún se sabía cómo superar.