Según un trabajo publicado en el último número de la revista ‘Cell Metabolism’, la expresión “me hierve la sangre” es algo más que una frase y tiene una base fisiológica. Y es que ante situaciones que nos superan y nos producen estrés, la temperatura del organismo se eleva sin causa alguna.

El estrés es un proceso fisiológico que se pone en marcha cuando percibimos una situación o un acontecimiento como amenazante o consideramos que desborda nuestros recursos. En esa situación nuestro organismo se prepara para la luchar o huir acelerando la respiración y los latidos del corazón para bombear sangre más rápido a los músculos.

Además se produce un aumento de la temperatura corporal, denominado hipertermia, inducida por el estrés psicológico, una respuesta básica ampliamente observada en los mamíferos, cuyo objetivo es calentar los músculos para que la “lucha o huida” sean más eficaces.

Estas modificaciones son útiles en situaciones puntuales, por ejemplo, cuando tenemos que huir de algo o enfrentarnos físicamente a ello. Pero en nuestra sociedad las situaciones que nos producen estrés son habitualmente psicológicas y de larga duración.

Sin embargo, la respuesta de nuestro organismo sigue siendo la misma y lejos de servirnos de ayuda, en este caso ponen en jaque nuestra salud, aumentando el riesgo de sufrir un ictus o un infarto.

Sin llegar a esos casos más graves, se puede producir también una elevación prolongada de la temperatura corporal, conocida como fiebre psicógena, que no responde a algunos de los antipiréticos convencionales y que se acompaña de fatiga intensa.

Esta manifestación del estrés se considera una patología psicosomática no infrecuente, en especial durante la adolescencia y durante la segunda y tercera décadas de la vida.

Fuente: ABC de España