La industria tabacalera ha invertido millones de dólares durante años para hacernos creer que fumar es bueno, mientras la industria de la salud ha invertido otro tanto en hacernos creer lo contrario.

La lógica de ambos lados ha echado mano de la ciencia, a veces, de manera inescrupulosa, y, más regularmente, de factores subjetivos del fumador: la culpa, el sex appeal, el estrés, deportistas, socialités, intelectuales, todo es argumento para fumar o no fumar.

En México, las campañas visualmente agresivas en las cajetillas de cigarros han tratado de desincentivar el uso del tabaco con imágenes de pulmones carcomidos, ratas muertas, bebés enfermos y mensajes que fomentan la culpa del fumador, de una manera muy poco ética.

Pero las campañas publicitarias en cajetillas de cigarros se remontan a principios del siglo XX, cuando fumar era todavía una actividad inocua, a medio camino entre una tradición semi-aristocrática y un hábito normalizado.

Fuente: RT