La noche en que se hundió el Titanic en 1912, una mujer, la condesa de Rothes, puso el bienestar de los demás antes de que su propio, trabajando incansablemente para remar a un lugar seguro. Se trata de la condesa de Rothe, Noël Leslie.

De impresionante riqueza, su padre era propietario de una abadía, convertida en residencia, “Noëlle” poseía una distinguida belleza, de tez blanca, cabello castaño oscuro, esbelta, ojos azules; pero se convirtió en la heroína del Titanic.

El día del hundimiento del Titanic, la condesa, su prima y su criada fueron rescatadas en el bote salvavidas N° 8. Thomas William Jones, el marinero encargado de su bote salvavidas la puso a gobernar en el timón del bote y elogió las habilidades de liderazgo.

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Según contó en una entrevista, “Noëlle tomó el timón desde que el pequeño bote salvavidas se alejaba lentamente del costado del revestimiento que se hundía, un tiempo después, mientras el Titanic se partía en dos, le pidió a su prima, Gladys Cherry, que tomara el timón del bote para consolar a María Josefa Peñasco, una joven española recién casada, cuyo esposo se había quedado en el buque”.

“Después de consolarla, permaneció al mando del bote toda la noche y levantando la moral de las mujeres que la acompañaban hasta que su bote fue recogido por el Carpathia. Una vez a bordo del buque de rescate, el Carpathia, se dedicó a cuidar a las mujeres y los niños de tercera clase del Titanic que habían perdido todo en el naufragio”, relató el marino, quien reveló que por todas esas acciones, se ganó el título de “Condesa Valiente”.

Como muestra de estima, tiempo después, Tom Jones le entregó una placa de bronce con el número del bote salvavidas, ellos mantuvieron correspondencia, principalmente en Navidad, hasta el día de su muerte.