Esta compilación de capturas, recogida en el blog de Domingo Plumaroja, hace obvias las serias heridas que durante el último siglo ha infligido el ser humano en la Tierra y que tardarán muchos siglos en curarse.

Por ejemplo, tenemos la balsa de residuos mineros tóxicos en Guadalquivir, España. En 1998 se rompió y vertió el contenido peligroso a un afluente del Guadalquivir, contaminando vastas zonas del Parque Nacional del Coto de Doñana y marismas del río.

Asimismo, en la década de los 50, cuando aún existía la Unión Soviética, el lago radioactivo de Karachai fue utilizado como depósito de residuos radiactivos de la planta nuclear Mayak. Se dice que permanecer solo una hora en sus orillas ya proporciona una dosis radiactiva mortal al ser humano.

El último caso conocido es el de la central de Fukushima, Japón, que terminó con sus reactores nucleares destruidos tras un terremoto de 9 grados y posterior tsunami en marzo de 2011. Esto lanzó otra vez a la atmósfera material radiactivo.