Según la web LaSemana.es, el artículo de uno de los periodistas, Scott Anderson, publicado en la revista The Squire y titulado “What I did on my summer vacation” (Lo que hice en mis vacaciones de verano) explicó lo sucedido.

Tres periodistas estadounidenses, J*ohn Falk, Scott Anderson y Sebastian Junger*, se disponían a pasar sus vacaciones en Sarajevo el año 2000. Allí se reunirían con Harald Doornbos y Philippe Deprez, holandés y belga respectivamente, antiguos corresponsales en el lugar.

Sin embargo, alguien se topó con ellos en su viaje, el mismísimo Karadzic, y en torno a él llevaron a cabo una aventura que dejó de manifiesto la pasividad de las fuerzas de paz de la OTAN por atrapar a los criminales de guerra.

Cinco años después del genocidio bosnio, las fuerzas de paz de la OTAN y de Naciones Unidas se encontraban desplegadas en el lugar con dos supuestas misiones: velar por la paz y atrapar a los criminales de guerra, entre los que estaba el más buscado de los más buscados: Karadzic.

No obstante, según el testimonio de los periodistas, la realidad en el lugar era muy distinta. Dividida la región en tres zonas de influencia regentadas por Estados Unidos, Francia y Reino Unido, los británicos fueron los únicos que desarrollaron algún esfuerzo en identificar y capturar a los genocidas.

Por aquellos días, una publicación llamada Slobodan Bosna publicaba dos informaciones interesantes. Por un lado, el testimonio de varios lugareños que aseguraban que Karadzic se había trasladado hacía unos días a la cercana aldea de Celebici.

El otro anuncio en el diario llevaba impreso un anuncio oficial de la Administración norteamericana ofreciendo una recompensa por la captura de Karadzic que detallaba un número de teléfono de colaboración gratuíto al que sólo podía llamarse desde los mismos Estados Unidos.

Atraídos por el rumor de que quizás Karadzic se escondiera en Celebici, el grupo de periodistas decidió viajar hasta allí, donde se entrevistaron con el responsable de la Policía local de Naciones Unidas en la zona, al que Anderson llama Boris, quien pensó que los periodistas eran un grupo especial de la CIA.

Entusiasmado por poder colaborar por fin con un comando que se dedica a actuar, Boris armó todo un aparato logístico de contactos alrededor de los periodistas convencido de que vienen a detener a Karadzic. Lamentablemente, el criminal serbio se esfumó de Celebici tan pronto como habían aparecido los rumores de su estancia en la aldea.

Boris desmintió el conocido rumor de que Karadzic se desplazaba con una escolta de 20 guardaespaldas en sendos automóviles. El genocida serbio se paseaba prácticamente sólo en compañía de algunos amigos.

De la mano de Boris, los periodistas investigaron durante un par de días las inmediaciones de Celebici, descubriendo que en los puestos de mando de Naciones Unidas ni siquiera se tenían las listas de criminales de guerra en busca y captura, y mucho menos sus fotos.

Durante su estancia en Bosnia, los periodistas llegaron incluso a conversar con un alto cargo del servicio de espionaje serbio que dio precisos detalles de las andanzas de Karadzic, su modo de vida, desplazamientos y lugares más comunes, a cambio de dinero y la nacionalidad norteamericana para él y su familia.

Sin embargo, el mando estadounidense descubrió la trama del grupo de periodistas. Boris fue expulsado de la misión de paz y los cinco reporteros fueron encomendados a volver a casa dado que dejaron de garantizarles la seguridad en la zona. Allí terminó la aventura.