La aldea minera de Kitsault, en Columbia Británica, la provincia más occidental de Canadá, en el apogeo de su prosperidad contaba con una población de 1.200 personas. A principios de los años 80 fue abandonada completamente, y desde entonces el espíritu de la década permaneció intacto en el pueblo para las generaciones futuras.

En 2005, Krishnan Suthanthiran, un empresario canadiense de origen indio, decidió que había llegado el momento de cambios en Kitsault. El sitio era todavía demasiado ‘joven’ para convertirlo en un monumento histórico y Suthanthiran optó por limitarse a “darle una nueva vida”.

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Por ello, compró la aldea por 5 o 7 millones de dólares (en diferentes fuentes se dan sumas distintas) y anunció una reconstrucción. Desde entonces han pasado 10 años.

Las más de 100 viviendas de la localidad siguen sin presentar ninguna señal de deterioro, igual que el cine, el hospital, el centro comercial, el supermercado, el centro deportivo, la biblioteca y la piscina.

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Según el portal Web Urbanist, el buen estado de conservación del pueblo es mérito de Suthanthiran, quien invirtió otros 10 millones de dólares en reparar los edificios y ‘civilizar’ los paisajes. De acuerdo con ‘The Globe and Mail’, la inversión total del empresario en el lugar, infraestructura incluida, es ya de 25 millones de dólares.

A lo largo de estos años el empresario contempló un sinfín de ideas comerciales para obtener beneficios de su compra, desde relanzar la antigua mina de molibdeno hasta abrir las puertas a un estudio cinematográfico.

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Según la página web oficial de Kitsault, en 2013 Suthanthiran finalmente apostó por un ambicioso proyecto energético: una planta de gas natural líquido, una refinería y una terminal de exportaciones. El coste estimado de edificación sería de entre 20.000 millones y 30.000 millones de dólares. Sin embargo, a finales de 2014 las casas de Kitsault siguen estando vacías.

Fuente: Actualidad RT