Durante años en Alemania Occidental existió un ejército clandestino liderado por exoficiales del III Reich y veteranos de las SS.

Sus objetivos eran realizar tareas de espionaje y movilizar a la población en caso de una eventual agresión del Este.

Los miembros de la organización, llamada Espada Germana, espiaban a aquellos que consideraban políticamente sospechosos, especialmente a jóvenes de izquierdas.

Así, fue sometido a una constante vigilancia el entonces estudiante universitario y futuro diplomático Joachim Peckert. El joven trabajó posteriormente en la embajada de Alemania en Moscú.

El colectivo se formó en 1949, cuatro años después de que el Ejército Rojo y sus aliados occidentales derrotaran a los países del Eje.

No todos sus integrantes eran seguidores intransigentes de Adolf Hitler: lo que los unía a todos era la ideología anticomunista.

Tanto el síndrome de ‘los perros de la guerra’ como la simple sed de aventuras aseguraban el aflujo de ‘combatientes’ al ‘ejército’.

Lo integraban en los años 1950 al menos unas 2.000 personas. Entre ellas había comerciantes, mineros, abogados, profesores e incluso alcaldes de varias ciudades. En conjunto contaban con el apoyo de algunos patrocinadores bastante influyentes.

Disponían de un plan para acceder a los depósitos de municiones de la Policía federal en caso de conflicto con el bloque socialista o de una sublevación de la izquierda dentro del país, dado que la organización siempre mantuvo contactos con responsables policiales y militares.

Fuente: actualidad.rt.com