Mucho antes de llegar al poder, cuando Adolf Hitler era tan solo un niño mostraba síntomas de desequilibrio mental. Ante esta situación, el doctor de cabecera de su familia, Eduard Bloch, decidió consultar al insigne médico Sigmund Freud.
Todo comenzó cuando el médico de la familia Hitler, el doctor Ernest Bloch, le preguntó a Freud qué hacer con el pequeño Adolf, que sufría de frecuentes pesadillas caracterizadas por caídas en abismos profundos y persecuciones en las que era capturado y azotado hasta desear la muerte; esto venía acompañado por conductas inapropiadas.
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De acuerdo a estudios llevados a cabo por los autores Laurence Marks y John Forrester, dedicados a estudiar la vida y las obras de Freud, en el año 1895 el creador del psicoanálisis sugirió que el pequeño Adolf fuera internado en una institución de salud mental para niños. Pero, lamentablemente, tal recomendación no fue llevada a la práctica.
Su madre Klara estuvo totalmente de acuerdo con lo dicho por el médico, sin embargo, Adolf no fue internado y ni siquiera tratado, pues Alois Hitler, su padre, no lo permitió.
Según Marks, lo decidió así para evitar cualquier examen médico que evidenciara el maltrato psicológico y físico que sufría su hijo. Es por ello que el niño Adolf trató de huir en varias oportunidades de su casa.
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Tiempo más tarde, ya a los 18 años, al ser rechazado para entrar a la Academia de Artes de Viena, Adolf sufrió crisis de nervios terriblemente fuertes, exacerbándose de este modo aún más su malestar psicológico. Lo demás es historia conocida.