Cuando Fujimori renunció vía fax desde Japón a la Presidencia de la República del Perú, el 19 de noviembre del 2000, el país ya había visto (el 14 de setiembre del 2000) el video en el que el asesor presidencial Vladimiro Montesinos extraía 15 mil dólares de uno de los bolsillos de su pantalón para pagarle al excongresista Alberto Kouri, pasarse de Perú Posible a las filas del oficialismo.

En el contexto del No al indulto humanitario del presidente Ollanta Humala a Fujimori se ha salvaguardado la dignidad y la moral del Estado de derecho peruano. Este es un No al político exgobernante que desde la primera magistratura del Estado permitió que Vladimiro Montesinos, dentro del Servicio de Inteligencia Nacional, altere el orden democrático, viole los derechos humanos, realice negocios ilícitos y destruya la institucionalidad con la anuencia de parlamentarios, dueños y directores de medios, ministros y jueces.

No nos olvidemos que Montesinos les pagaba, con dinero del Estado, a sus cómplices un sueldo clandestino para seguir sus órdenes y dictámenes. El respeto del Estado de Derecho, a las instituciones y a los cargos que se asumen en la función pública demandan transparencia, ética y valores morales para no malversar fondos o alterar el orden democrático. Está claro que Fujimori no cumplió con los requisitos del funcionario-servidor público y por eso está en la cárcel.

Se van a cumplir trece años de la renuncia de Fujimori a la presidencia de la República, y seguimos reconstruyendo la institucionalidad, pero también: la gobernabilidad, que se agravó desde el autogolpe de 1992. La falta de institucionalidad en diversos lugares del país sigue siendo un punto débil para consolidar el desarrollo.

Así se explican los talleres, mesas redondas, paneles y cursos de formación sobre democracia, participación ciudadana y gobernabilidad que se multiplican en diferentes regiones del Perú para formar a la nueva generación de funcionarios al servicio del país. Lo cierto es que al ciudadano promedio todavía le cuesta creer en sus autoridades y gobernantes debido al pasado autoritario y corrupto.

El Fujimorato exaltó lo peor de la sociedad peruana – cada sociedad tiene sus prejuicios – es decir la criollada, la burla, la bravuconada, el embauque y el individualismo. Esa forma de ser y de estar quedó más o menos así resumida: “Yo valgo porque yo tengo la plata, yo te corrompo, yo gobierno, yo puedo tu no porque eres cholo, indio, misio, negro, pobre”. Todo eso se dio en un gobierno fujimorista que manipuló los medios, y creó la ignominia de las portadas de la prensa chicha.

El No al indulto a Fujimori, no es un hecho aislado, se debe comprender como parte de todo un proceso de recuperación de la moral, de reconstrucción de la institucionalidad, de la dignidad, de la ética y el respeto al otro que fue mellado.

Cuando Fujimori envió el fax de su renuncia desde Japón a su primer ministro Federico Salas, quizás pensó que podía evadir las acusaciones judiciales. Salas al recibir el fax, en Lima, comentó: “Le dije a Fujimori que retornara y se enfrentara a la situación. En todo momento le comuniqué cómo habíamos sido sorprendidos y abandonados en una situación que ha causado crisis”.

El primer ministro entregó el fax a Valentín Paniagua, quien en ese momento era el presidente del Congreso de la República, luego el Congreso decidió inhabilitar por “incapacidad moral” a Alberto Fujimori. Así, Paniagua asumió ad ínterin la Presidencia de la Republica del Perú y convocó a elecciones. El Perú recobró la democracia, que hoy vivimos, con una necesidad de examen de conciencia permanente para no olvidarnos del pasado, para que la historia no se repita.

Por: Franklin Cornejo Urbina (fcu_75@yahoo.com)

Periodista y Doctor en Comunicación

Director de la Escuela de Periodismo

Universidad Antonio Ruiz de Montoya