Josh Hadfield, un niño de seis años, duerme 19 horas por día, debido al efecto secundario de una vacuna que le fue aplicada hace dos años, contra la influenza H1N1 en Inglaterra.

El pequeño duerme cada cinco minutos, incluso cuando está comiendo, o nadando. Además, sufre convulsiones y ataques de risa.

Dos años después de recibir la vacuna, Josh sigue sufriendo los efectos secundarios. La madre, Caroline Hadfield, se despierta cuatro veces por la noche para alimentarlo y calmarlo después de las pesadillas.

No tiene hambre durante el día, por lo que debe alimentarse de noche, cuando se duerme menos. Y está tomando antidepresivos para intentar superar los cambios de humor, que también son un efecto secundario de la vacuna.

Los padres están tratando de recaudar dinero para una campaña de concientización sobre los peligros de la vacuna.