Hace tres años dejó la tierra de sus ancestros, de su padre, su abuelo y su tatarabuelo: el norte de la localidad de Banha, en El Cairo, para seguir su instinto y romper con la tradición familiar de aceptar por esposa la que le impone la familia. Amr Shafik Hassan Omar Elhadary se casó con Yesenia Romero Zárate en Perú, el 18 de abril del 2014, trece días después de haberse conocido.
Hace dos semanas Amr, adoptó la nacionalidad peruana por matrimonio. Este hecho le ha devuelto la esperanza a este egipcio de 29 años que, por no hablar bien el castellano, no ha encontrado aún un empleo relacionado con su profesión: ingeniero de sistemas. Cuenta que por el momento es panadero.
“Sentí que mi vida regresó. Podré trabajar en mi carrera, hacer muchas cosas, vivir con mi esposa en una casa más grande. En tres años estuvimos en cuarto. Fue difícil, soy grande. Mi vida va a cambiar a mejor, eso necesito. En mi país el hombre tiene que trabajar y ver a su familia”, comenta mientras revela que por culpa de la comida peruana ha subido 20 kilos.
Historia cibernética
Omar, como lo llaman en Perú, pues los familiares de Yesenia y amigos no pueden pronunciar Amr, un nombre de sonido corto que estremece, conoció a Yesenia a través del Hi5 una de las redes sociales con mayor presencia en el Internet antes que apareciera Facebook.
Eran escolares, y Yesenia navegaba por la modernidad de las comunicaciones con habilidad. Conoció a un adolescente como ella, egipcio, también llamado Amr. Él le presentó a su tocayo y los tres entablaron amistad por ese medio. Se comunicaron hasta que terminaron la escuela.
La joven peruana, contadora hoy, ingresó a la universidad, Omar al servicio militar de su país. Hasta que se volvieron a buscar. Algo del otro quedaría en la memoria de cada uno que se volvieron a encontrar, esta vez por Facebook, recuerdan ambos. Ese inglés básico que los juntó en la escuela, los unió esta vez.
Habían crecido, tenían más cosas que contarse y compartir. Hicieron clik. Las siete horas de diferencia no inhibieron sus ímpetus. Las ojeras por la falta de sueño aumentaron pues las conversaciones eran cada vez más intensas durante la madrugada.
“Él me dijo que viajara a Egipto para conocerlo a él y su familia. Mis padres pusieron el grito al cielo. Nada de viajes, me ordenó mi madre, viene el chico o te olvidas. Contra todos los pronósticos, vino. Llegó el 5 de abril del 2014. Lloré cuando lo vi”, rememora Yesenia.
Para Omar la emoción fue semejante, pues balbuceando el inglés acarició su cabeza, besó su frente y le pidió que no llorara más. Así selló la decisión que tomó ese mismo día: casarse con ella de acuerdo al Corán, a la doctrina islámica.
“En mi cultura no hay enamorados, ni novio. Los musulmanes no podemos abrazar mujer si no tiene permiso de Dios. Después de eso, puedo hacer lo que quiero. A mí me gustó su inteligencia por eso quería conocerla en vivo ya no por Internet. Primero me gustó su cabeza y luego su corazón”, agrega.
Cultura y sentimientos
Pero a pesar de que la religión y la cultura de ambos es distinta, Omar siente que sus almas están cercas, más cercas. Ella disfruta la vida con la cabeza, dice, es tranquila, lo entiende rápido, sin problema, le enseña con cariño y él poco a poco entiende.
Se ha dado cuenta de que en el Perú se puede hacer negocio con poca plata y buena cabeza, y que el ají de gallina y el lomo saltado son los platos de comida que disfruta sin ponerles ningún límite.
“No tengo un sueño grande, lo que quiero es vivir bien con mi familia, con mi esposa, con mi familia de sangre. El amor es bueno aquí. El corazón de las mujeres es muy bueno. Las peruanas pueden hacer lo que quieran contigo”, y suspira. Viene a su memoria Ica, región que le gustó por sus colinas, dice, y le recordaron su natal Banha y ese río vital que lo atraviesa, El Nilo.
Migraciones otorgó nacionalidades a más de 300 ciudadanos desde noviembre del 2016 a la fecha. El 72% fue por matrimonio, 25% por ser hijo de peruano nacido en el exterior, 2% por naturalización y 1% por doble nacionalidad.
Fuente: Andina
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