‘Alipio’ tenía 16 años de edad cuando fue llevado por la mujer Benedicta Cabezas Aguilar, a la selva huantina, a trabajar como peón en una chacra de Llochegua, pero que terminó como colaborador de Sendero Luminoso cuando un día incursionó una columna dirigida por Óscar Ramírez Durand, ‘Feliciano’.

Tras matar a dieciocho campesinos, ‘Feliciano’ miró a los menores que habían sobrevivido a la masacre. Uno de ellos era el muchacho Orlando. El líder senderista no dudó en llevárselo junto a otros jóvenes.

De acuerdo con el reporte biográfico, Orlando adoptará primero el apelativo de ‘Michel’, luego ‘Santiago’ y, finalmente ‘Alipio’. Desde los dieciséis años empezaría a manejar armas de guerra y aprendió a matar sin piedad.

Desde que ‘Feliciano’ se llevó a Orlando, este fue entrenado como un combatiente. Sus primeras acciones las desarrolló en la subzona guerrillera de la provincia ayacuchana de Cangallo. Participó en el ataque a la comisaría y penal de Ayacucho permitiendo la fuga de otros senderistas.

Los informes de inteligencia lo definen como de personalidad “fuerte, enérgica, agresiva y autoritaria”. Tenía don de mando y gustaba tener el poder por la fuerza o violencia, precisaba el perfil psicológico de su ficha biográfica.

Fue detenido en 1985. Informes policiales reseñados por el documento secreto señalan que canjeó su libertad a cambio de delatar a sus compañeros. Se reintegró a Sendero. Así, entre los años 1987 y 1989 perteneció a la base terrorista 21, una de las más organizadas y sanguinarias. Ahí logró ser nombrado mando político.

Desde la década del noventa, Orlando Borda Casafranca fue uno de los principales jefes que recorría lo que después se conocería como el Valle de los Ríos Apurímac y Ene (VRAE), según reporte del diario ‘La República’.

Para las Fuerzas Armadas, el cabecilla se convirtió en el responsable de estrechar vínculos con los narcotraficantes. “Sus fuerzas tendrían la misión de transportar droga desde Vizcatán hacia Huancavelica, Huancayo-Junín, Ayacucho”, señala el documento.