Es primera vez que Javier disfruta del Desfile Militar. Tiene 21 años y no sería novedad, salvo por una razón: es un joven que tiene discapacidad visual. Y a pesar de haber nacido ciego, se desplaza por la calle sin bastón. Lo acompaña una amiga que no quiere declarar pero que, sin duda, es su soporte para que él viva esta aventura.

“Estoy feliz de estar aquí, de sentir y oír que la gente está alegre, aplaudiendo a los soldados y policías”, comentó a la agencia Andina con discreción sin explayar más sus comentarios. Solo agregó que no estudia que solo trabaja y que vive en San Juan de Lurigancho.

Para el Desfile Militar de este año se colocó, por primera vez en su historia, tribunas a partir de la primera cuadra de la avenida Brasil hasta el óvalo ubicado en la cuadra 24 de la popular avenida. Motivo suficiente para que el amor de los peruanos a la Patria no encontrara ninguna barrera que impidiera su expresión.

Por eso, desde tempranas horas de este lunes la gente se desplazaba por la avenida 28 de julio desde la avenida Garcilaso de la Vega para llegar a la altura del Puente de la Brasil ubicado frente al exhospital del Niño. Conforme pasaban las horas iba en aumento la cantidad de gente.

Familias completas llegaban de Independencia, Comas, Carabayllo portando sus banderas bicolor de papel o tela. Algunos además, llegaron con su pase, para ocupar la tribuna que les tocaba, y otros acudieron con su entusiasmo para ubicar un lugar propicio para observar el paso marcial de nuestros soldados.

Y así como otras personas llegaron ansiosas a ocupar su lugar estratégico, también comerciantes y vendedores ambulantes ocasionales se extendieron como sangre vigorosa por la misma avenida. El olor a chicharroncito caliente, café, carapulcra mañanera se fue expandiendo sin encontrar barrera social alguna.

Porque de todas las edades, género, condición económica y de diversos rincones del país, afilaron el apetito para saborear las ofertas alimenticias más variadas. Desde juanes, empanadas de carne, fresas con plátano, arroz con leche, mazamorra, chocolates y galletas, hasta humitas, arroz con pollo y huevitos de codorniz. Lo penoso de esto fue la suciedad que quedó en las calles.

Cuatro horas duró el jolgorio, protegido todo ese tiempo por estrictas medidas de seguridad de la policía que logró, un año más, que el espectáculo cívico militar tuviera un epílogo tranquilo y feliz.

Fuente: Agencia Andina