La desesperación en San Juan de Lurigancho y el ingenio para hacerle frente a la escasez de agua hizo que una mujer que esperaba su turno para abastecerse de agua en las oficinas de Sedapal aprovechara el tiempo para lavar su ropa. Provista de tinas y jabón, la madre de familia empezó a remojar sus prendas, causando sorpresa entre sus vecinos.