Eva Bracamonte revela pormenores inéditos de su huida de la Universidad Católica y del refugio temporal que buscó, junto a Liliana Castro, en el departamento de Tatiana Castro.

“Ricardo manejaba y su papá, un policía retirado, iba de copiloto. Subí a la parte de atrás del carro y me senté. Ricardo volteó, me dijo “ahí no” y me hizo una seña para que me meta al hueco que quedaba entre su asiento y el asiento de atrás. Me acurruqué ahí en el suelo entre los dos asientos sin hacer ninguna pregunta.

Luego su papá me alcanzó tres o cuatro abrigos largos de hombre, como esos con los que nos imaginamos que se visten los detectives, y me dijo que me tapara con ellos. Como no podía moverme, me taparon ellos.

Arrancamos y un minuto después, en la salida de la universidad, los guardias nos pararon. Al parecer Ricardo había tenido que hacer una maniobra rara para poder entrar a la universidad, pero lo había hecho por la entrada principal, y por un motivo que no recuerdo, no nos dejaban salir.

Yo no entendía bien qué pasaba (para variar), trataba de respirar bajito y de no moverme. Entonces uno de los guardias dijo que iba a revisar la camioneta. (Supongo que ellos ya sabían, como todo el mundo, que se había emitido una orden de detención en mi contra, y que yo estaba dentro de la universidad, porque me conocían).

“Pensar en mi nombre es pensar en ma, en el momento en que me eligió, dice el dibujo de Eva. Empezó la revisión, miró por las ventanas los asientos de adelante y de atrás y luego le pidió a Ricardo que abra la maletera. Escuché que Ricardo se bajó y la abrió, y luego escuché que hablaban o discutían.

El guardia le preguntaba a Ricardo cómo había podido ingresar, y Ricardo respondía algo que no recuerdo. Luego Ricardo se subió al carro y el guardia se alejó, pero no nos íbamos, al parecer había ido a consultar algo”, contó en su relato, publicado en la revista Caretas.

Lee todo el relato aquí.