Ella nació en la comunidad de San José de Cutivireni. Tenía 12 años cuando llegaron los terroristas a su comunidad. Su padre fue asesinado y vivieron una etapa de terror.

“La violencia nos ha marcado profundamente. Yo he visto cómo metían a un niño en agua hirviendo hasta que murió. La herida está adentro. Por eso queremos que se sepa lo que hemos pasado”, señaló al diario ‘La República’, al ser preguntada sobre lo que espera con presentar la muestra ‘Pasado que no pasa’, abierta en Casa Rímac (jirón Junín 323, Lima 1).

Ahora es dirigente de los asháninkas y también tiene cinco hijos, y considera que su pueblo tiene la sensación de que hasta ahora los limeños no sienten lo que han tenido que pasar “y lo que sigue pasando, por ejemplo, con la actividad de hidrocarburos, la actividad hidroeléctrica”.

“Sentimos que, y lo voy a decir directamente, no es justo que para que vivan bien los limeños, yo tenga que arriesgar mi vida, mi pueblo, mi territorio… Los limeños no piensan en mis hijos, no piensan en mi felicidad”, aseveró.