Viral. La ciencia y la maternidad no son incompatibles, aseguran dos científicas peruanas para quienes ser mamá cambió la dinámica de sus vidas, pero no su pasión por plantearse preguntas, investigar, pensar libremente y elaborar propuestas que mejoren la vida de las personas.

“La maternidad cambió mi vida”

Para Manuela René Verástegui Pimentel, la maternidad fue un cambio muy fuerte en su vida. Antes de serlo hace 19 años atrás, la investigación ocupaba casi el 80% de sus actividades. Se amanecía leyendo, analizando, escribiendo y alargaba esa rutina científica, casi siempre, hasta los sábados y domingos. “Pobrecita, siempre solita”, recuerda que le decían.

Así es como el estudio de enfermedades infecciosas como el chagas, la cisticercosis e hidatidosis se convirtieron para ella en asuntos vitales pues las poblaciones más afectadas por esos males eran, y lo son todavía, las familias pobres de zonas rurales que crían ganados porcinos.

“Las horas dedicadas a la investigación las disfrutaba, para mí investigar siempre fue como un juego de retos, imaginación, creatividad y conocimientos. Y la biología, desde la escuela significó para mí comprender la vida de otra manera”.

Las cosas cambiaron para Manuela al ingresar al nuevo milenio. Se casó, llegó al mundo Sara Manuela, su primogénita hoy de 19 años, y un año después César Andrés de 18 años. Dos seres a los que contempla con orgullo y satisfacción, gracias al apoyo de su esposo científico como ella quien la ayudó a transitar ese nuevo camino.

“Investigar requiere de tiempo, persistencia y actualización permanente. No se puede tomar conceptos existentes como verdad absoluta. La investigación ayuda a comprender enfermedades y contribuir a solucionarlas. Durante los primeros años de vida de mis hijos, terminaba cansada del trabajo, pero al llegar a casa desaparecía por arte de magia. Así es como entendí que podía darles calidad de vínculo”.

Hoy labora a tiempo completo en la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), casa de estudios en la que se formó. Es profesora principal del Departamento de Ciencias Celulares y Moleculares de la Facultad de Ciencias y Filosofía y jefa de los laboratorios de Parasitologia e Inmunologia y Cultivos Celulares.

Dentro de esta mujer con gran capacidad de análisis y raciocinio existe una mística, que en su ejercicio materno supo abrir su corazón para entregarse a la crianza de sus hijos a los que educó para ser buenas personas, honestas y sinceras, cuenta. Por eso decidió dedicar los sábados y domingos a su familia, sus hijos y dejó de investigar esos días.

Sobre las cisticercosis, cuenta que aún se dedica a investigar sobre esta enfermedad crónica pues le interesa encontrar drogas más eficaces y mejor tratamiento. No ha publicado un libro, pero si más de 80 artículos científicos para revistas especializadas.

“Lo más difícil de ser mamá es no saber qué actitud tomar en determinadas circunstancias porque a veces cuesta hacerlo por temor a equivocarse. La ciencia y la maternidad no son incompatibles, depende de la mujer seguir adelante y no dejar sus aspiraciones por prejuicios. Nos podemos desarrollar como madre e investigadora”.

“Aprendí a ser flexible”

Sandra Santa Cruz Hidalgo es ingeniera civil, tiene títulos de Maestría y Doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es especialista en estructuras y actualmente es docente a tiempo completo en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).

Cuando nació Carolina, hoy una tierna adolescente de 15 años, cursaba el doctorado en la UNAM. Tenía seis meses de embarazo cuando empezó a estudiarlo. Fue una sorpresa pues no imagino que ambos proyectos de su vida pudiera hacerlos de forma simultánea.

“Desde el inicio sentí su presencia, su compañía, tuve conciencia de su ser, de que su vida era diferente a la mía, que era otra persona. Con su nacimiento empecé a hacer actividades para las que no estaba preparada. Mis tiempos cambiaron. Fue difícil, pero aprendí a ser flexible”, comenta.

Fuente: Andina