Durante su vida Adolf Hitler fue objeto de varios atentados, algunas fuentes citan al menos 42 tentativas, pero ninguna tuvo éxito debido a que Führer estaba permanentemente en custodia de las SS para mantener su seguridad.

Hitler solía variar repentinamente su agenda, adelantando o acortando su permanencia en los lugares que visitaba o cambiaba de ruta o fechas de actividades programadas sin previo aviso o simplemente por sucesos inesperados.

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Planificar y ejecutar las acciones requería por parte de los conspiradores la más absoluta sangre fría, y estar dispuestos a asumir que si fallaban no sólo les aguardaba una ignominiosa y humillante muerte, sino que también afectaría a sus familias y conocidos.

Los intentos vinieron tanto por parte de los aliados como de sus círculos internos más cercanos. Se dice que Hitler tenía además un doble, que lo reemplazó en más de alguna ocasión (Checoslovaquia) y que pereció en la Batalla de Berlín, en uno de los pasillos de la Cancillería.