Cuando están tranquilos y bajo nuestra supervisión son unos ángeles, los vemos a través de los cristales de la calma y el sosiego; sin embargo, hay unos instantes, breves, que nuestros hijos cambian radicalmente y son capaces de realizar las travesuras más inverosímiles. .

No hay espacio que no pueda ser vulnerado, sea una pared, la pantalla de la computadora o nuestro dinero, todo, absolutamente todo puede ser destruido, arruinado o pulverizado si se encuentra bajo el objetivo de un niño que no es supervisado. Sus travesuras, sin duda, son de temer.

Luego, al ser descubiertos con las “manos en la masa”, mostrarán ese característico rostro que conmueve a más de uno, algunos serán castigados y, por supuesto, en los siguientes días se portará de lo mejor… hasta que encuentre nuevamente un espacio libre de la vigilancia adulta.

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