Paul Rosolie, un naturalista de Estados Unidos, se dejó “comer” por una anaconda en nombre de la ciencia.

Con la ayuda de un traje especial, Rosolie fue devorado por una serpiente de más de siete metros de largo y casi 200 kilogramos de peso.

Rosolie estaba tan confiado en su plan, que su principal preocupación era el bienestar de la serpiente y no el suyo.

“En realidad no tuve miedo. Probé el traje con anterioridad y trabajé en él con varios expertos, así que estaba confiado en que yo estaría a salvo”, contó el naturalista al diario New York Post.

Asimismo, Rosolie garantizó que en ningún momento quiso realizarle algún daño a la serpiente. Y que por el contrario, según refirió, estaba preocupado el bienestar del animalito. “No quería alterarla (a la serpiente). Solo me aseguré de que el traje fuera lo suficientemente suave para no herirla”, dijo.

Ante los reclamos de un grupo defensores de animales, que argumentaban que el acto causaría sufrimiento al animal debido a que el cuerpo de Rosolie es más grande que las presas que suelen cazar estos reptiles, el aventurero demostró que la anaconda salió ilesa y explicó que el experimento fue planeado para recaudar fondos para salvar su hábitat.