El infierno. Es la forma más concisa de describir a la ciudad de Madaya, en . Las informaciones que provienen de allá no pueden ser más desalentadoras: muerte, hambruna, guerra y siempre, como suele ocurrir en estas situaciones, los niños son los más afectados. La noticia que sus pobladores comen plantas ha sorprendido, conmovido, escandalizado al mundo, pero no es noticia nueva.

Tal como ocurrió con , niño de tres años que falleció en la playa en su intento por escapar con su familia de la guerra, no se trata de un hecho aislado lo que ocurre en Madaya, no es una noticia novedosa, es el sobrevivir de cada día de sus pobladores. “La gente se está comiendo las hojas de los árboles en la ciudad siria de Madaya”, afirmó a la agencia Efe el activista sirio Nasir Ibrahim desde el interior de esta localidad.

Lo que cuesta alimentarse en Madaya

Como en toda crisis, lo primero que aumenta su precio son los alimentos. Los habitantes en Madaya logran comprar productos —gracias al dinero que les envían sus familiares— en los puestos de control gubernamentales que bordean toda la ciudad.

“El kilogramo de arroz puede alcanzar los 200 dólares en esos puntos y la leche en polvo es casi un bien de lujo por el que se pagan unos 400 dólares”, informa Nasir Ibrahim.

Asimismo, el kilogramo de bulgur (grano de trigo partido) cuesta 280 dólares, aumentando su precio en niveles astronómicos. Esto ha ocasionado que hasta el momento se reporten alrededor de 39 muertes en la localidad desde el inicio del asedio de las tropas del régimen de , “veinte de hambre y las otras intentando salir del cerco”.

Comer lo que sea

“Vivimos como animales. Nos subimos a los árboles para arrancar sus hojas o cortar hierbas para hervirlas. Entre la basura he llegado a ver piel y restos de huesos de gato”, relata el padre de familia Abou Ahmed al diario El País.

No puede uno imaginar lo que ocurre en Madaya, se tiene que vivir ahí para conocer la verdadera desesperación por alimentarse, la incertidumbre de saber si se podrá comer este u otro día. Las declaraciones del activista sirio Alí Ibrahim al El País grafica esta situación: “Hay gente intoxicada por consumir medicación caducada y otros por comer plantas tóxicas que a su vez tampoco pueden ser tratados”.

El cerco y su motivo

Madaya, situada a 25 kilómetros al noroeste de Damasco y 11 de la frontera libanesa, está cercada por puestos militares del gobierno. Son una treintenta que no permiten la entrada ni salida de nadie: la ciudad está sellada y sus 40 mil ciudadanos dentro, sin esperanza cercana.

El régimen de Bachar al Asad se enfrenta desde hace cinco años a combatientes contrarios al gobierno y en esta etapa han optado por una estrategia que, pese a no utilizar armamento, es más letal: el ahogamiento económico, hambre y escasez. Como suele ocurrir, los más afectados son los civiles.

la ayuda humanitaria

El Gobierno de Siria aprobó la entrada de ayuda humanitaria de la ONU a Madaya, donde hay alrededor de 42.000 personas atrapadas que corren el riesgo de morir de hambre, anunció el organismo internacional.

Médicos Sin Fronteras denunció que desde el último reparto de comida el pasado 18 de octubre el cerco se ha estrechado en Madaya, donde unas 23 personas han muerto de hambre, seis de ellas bebés de menos de un año, en el centro sanitario que recibe apoyo de esta organización desde el pasado 1 de diciembre. Por ello instó a la entrega inmediata de medicinas y la evacuación urgente de los enfermos.

La ONG Save the Children se sumó a los llamamientos de ayuda para Madaya y advirtió de que “más menores morirán en los próximos días y semanas a menos que sea repartida de inmediato en la ciudad asistencia vital como medicinas, carburantes y comida”, según informa EFE.

Lo que ocurre en Madaya se replica en otras ciudades de Siria, convulsionadas no solo por las guerras civiles, sino también por la falta de electricidad y combustible, soportando bajas temperaturas y, por supuesto, la falta de alimentos. Un verdadero infierno.