Santiago Allio Torres, un joven de 26 años, amante de los carros de lujo y los viajes al exterior, no tuvo reparos en contratar a dos sicarios para asesinar a su padre y quedarse con su fortuna. Su plan dio resultados. El empresario murió pero él no heredó nada, al contrario, irá a la cárcel.

La mañana del 24 de febrero, dos criminales sorprendieron a Bruno Allio Bonetto, empresario ítalo venezolano de 59 años, dentro de su camioneta. Lo amenazaron con un arma, pero él se defendió y aceleró su vehículo. Su viaje duró apenas un minuto, pues fue baleado.

Su cuerpo yacía boca arriba sobre el asfalto, mientras que familiares, vecinos y policías cercaban la zona. A un lado, estaba “Brunito”, sobrenombre con el que llamaban a Santiago; parado, tranquilo, sin ninguna emoción. Algo sospechoso para los policías.

“Ahí mismo se activó nuestro olfato”, le contó luego a BBC Mundo uno de los “sabuesos” de la División de Homicidios que estuvo en la escena del crimen y vio a Brunito.

Las pesquisas revelaron en 12 horas un complot ejecutado con torpeza. Santiago Allio Torres había introducido a los dos sicarios dentro del vehículo de su padre gracias a un control remoto de repuesto.

Además, él mismo había robado y entregado la pistola calibre 9 milímetros del empresario a los asesinos para que le quitaran la vida. Finalmente fue él quien los sacó de la zona cuando mataron a su padre.

Ahora, el joven amante de los lujos y engreído de Bruno Allio espera su juicio dentro de una celda con 25 presos. Él se enfrenta a una pena de 30 años de cárcel.