Fue en un campamento improvisado para sobrevivientes, en los predios de una mezquita, que conoció por primera vez a Mawardah Priyanka. Tenía 11 años, estaba exhausta, enlodada y sola.

Sus padres perecieron cuando la ola, de unos 35 metros de altura, impactó la cercana aldea costera de Lampuuk y alcanzó su casa. Pasaron días antes de que descubriera que su hermana mayor, Mutiyah, de 16 años, seguía con vida.

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El periodista mantuvo contacto con las hermanas durante los siguientes meses, mientras eran trasladadas desde el caótico campamento a su propia carpa y, eventualmente, a una nueva casa de ladrillo y madera construida por la organización benéfica británica Oxfam.

Mawardah regresó a la escuela. Mutiya se casó poco después y abandonó el lugar. Otra hermana mucho mayor, Ita, llegó a compartir la casa en Lhoknga. Tras ello, perdió contacto con ellas.

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Al cumplirse diez años de la tragedia, Andrew Harding volvió a Lampuuk para buscar a la joven. “Me siento culpable de no haber seguido en contacto, después de que muchas personas locales y extranjeras que actuaron como intermediarias abandonaran la provincial”, señaló.

“No hay quien se ocupe de mí, nadie me ama como mis padres”, le dijo una triste Mawarday, el día siguiente. El tsunami no dejó rastro alguno de sus padres, no quedó una sola foto de ellos. Ita, ahora preocupada por su propia familia, muchas veces deja a Mawardah sola con sus quehaceres.

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Mawardah ha ganado varias becas educacionales otorgadas por una fábrica de cemento local y está estudiando inglés en un colegio privado en Banda Aceh. También toma clases de boxeo tailandés con otro grupo de alumnos y alumnas.

“Quiero ser una mujer fuerte. Después de graduarme quiero estudiar en Estados Unidos y conseguir un trabajo como de periodista. Creo que mi futuro será prometedor”, concluye la joben con una risa llena de confianza.

Fuente: BBC Mundo