Son poco más que semáforos disfrazados como autómatas programados de los sesentas, y sin embargo la gente los obedece más que a los policías que dirigían antes el tráfico.

El año pasado, científicos de la Universidad de Manitoba observaron a un grupo de 27 voluntarios presionados para trabajar en un conjunto de tareas mundanas, ya sea por un actor de 27 años en bata de laboratorio o por un robot Aldeberan Nao, ambos llamados “Jim”.

Desde el controversial experimento de la prisión de Stanford en 1971, donde a los participantes se les asignaron roles de guardias o prisioneros demostrando qué tan situacional puede ser la moral humana, pocas investigaciones de este tipo se han realizado. Aún así, si los participantes son conducidos cuidadosamente, tales estudios pueden proveer valiosa información sobre nuestro comportamiento. Los resultados del experimento de Stanford siguen siendo enseñados 40 años después.

En este caso, los investigadores dieron a los participantes una situación moderadamente incómoda, y les dijeron que eran libres de renunciar en cualquier momento. Cada participante recibió $10 dolares canadienses por cambiar extensiones de archivos de .jpg a .png, como parte de un experimento de “aprendizaje de máquina”. Para aumentar su incomodidad y la sensación de que la tarea era interminable, el trabajo inició con un lote de 10 archivos pero fue creciendo cada que el participante completaba la tarea asignada (al punto de alcanzar los 5000 archivos por lote).

Cada vez que un participante protestaba, era instado a continuar, ya sea por el robot o por el “Jim” humano. El sujeto humano provó ser una figura de autoridad más convincente, pero el robot no estuvo lejos. 10 de 13 participantes dijeron ver al robot como una autoridad legítima, aunque no pudieron explicar por qué. Varias personas intentaron iniciar una conversación y una mostró remordimiento cuando el robot le dijo que acabaría el experimento y lo notificaría a director de la investigación.

El robot era pequeño y su diseño físico podría haberle restado autoridad, pero a pesar de que ninguno de los participantes arguye haber sentido presión realmente por parte del robot, el 46% de ellos renombraron archivos por 80 minutos, aún después de decir que querían renunciar.

Existen pocos estudios además del de Manitoba, pero los científicos señalan que existen investigaciones anteriores que parecen corroborar sus descubrimientos.

En un caso previo que utiliza un elemento de disuasión (la vergüenza), los resultados fueron sorprendentes: Un robot pudo presionar a personas para realizar actos vergonzosos, tales como desnudarse o ponerse un termómetro en el recto.

Por supuesto, estudios y ejemplos anecdóticos no prueban que los humanos cederán sumisamente el planeta cuando los robots ataquen, pero varias preguntas surgen.

Fuente: Pijamasurf.com