En el zoológico de su Hacienda Nápoles, el narcotraficante colombiano tenía, entre otros animales exóticos de todo el mundo, a cuatro hipopótamos, los cuales fueron reubicados a principio de los noventa, cuando se derrumbó su imperio.

Desde ese entonces, esos hipopótamos, que tenían mil 800 kilos de peso cada uno, se multiplicaron a más de 40. Sin embargo, esa cifra no es clara y se presume que podría llegar hasta los 60 ejemplares.

Jonathan Shurin, profesor de la División de Ciencias Biológicas de la Universidad de San Diego, manifestó que es difícil evaluar con precisión los impactos “en el ecosistema de la vida animal del mundo fuera de su rango nativo”.

Actualmente, los hipopótamos de Escobar son una atracción turística en el municipio de Puerto Triunfo (Medellín). Se han reproducido y viven en los lagos de la región.

Shurin y su colega investigadora Natalie Jones han trabajado los últimos años con Nelson Aranguren-Riaño, profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en un proyecto financiado por la National Geographic Society.

Los hipopótamos “fertilizan lagos comiendo hierba en la tierra y luego defecando en el agua por la noche. Esto tiene efectos en todo el ecosistema, desde microorganismos hasta cosas como ranas y murciélagos”, dijo Shurin, que clasifica a esta especie como “ingenieros del ecosistema” porque desplazan nutrientes clave.

Los resultados de la investigación serán revelados el próximo junio en una conferencia en Canadá y si las pruebas arrojasen impactos ambientales severos, será urgente que las autoridades colombianas actúen.

Aranguren-Riaño considera que el riesgo es alto para especies nativas como manatíes, tortugas y peces. Además, el efecto ambiental es impredecible. “Es un gran problema porque migraron al río Magdalena y podrían extenderse a otras regiones estratégicas de Colombia”, puntualizó, de acuerdo a Milenio.